viernes, 15 de diciembre de 2023

YO, LA PEOR DE TODAS

Dir.: María Luisa Bemberg
1990
105 min.

Fundamentalmente narrativa. Continuamente le pasan cosas para trazar un personaje con ansias de libertad. Que, para saciarlas, hubo de recluirse en un convento. Los malos son muy malos. Nunca hay grises. La Iglesia es represora y sus miembros disfrutan con ello. La piedad es solo la excusa para dar rienda suelta a su misoginia. Me canso muy rápido de esta mujer tan sufriente y tan impotente. Ella no es luchadora y sólo nos queda verla pasar penurias siempre que sus virreyes protectores no estén ahí.

Sólo hay un momento en el que vemos a Juana revelarse contra sus opresores: aquel momento extremo en el que agarra de las ropas al arzobispo. Hay una alegría muy visceral al verla hacer eso. Del mismo modo que gusta mucho verla prepararse, presumida, cuando vienen a visitarla sus partidarios dentro de la Iglesia. En sentido opuesto nos invade una gran rabia cuando arde su biblioteca.

Hay pocos momentos en los que se tomen decisiones llamativas en la dirección. El escenario casi nunca se aprovecha. Los actores se posicionan y el desarrollo de la acción se vuelve casi teatral. Los escenarios son austeros, podrían recordar a los muros de “La pasión de Juana de Arco”.

La velada relación lésbica entre la virreina y Juana resulta sugerente hasta el punto álgido en el que ambas se besan. Diría que mientras va aumentando la tensión entre ambas según Juana se quitas las piezas de su velo, la escena se carga de energía. Siendo la consumación un tímido beso, hay algo que se desmonta ahí. Hay que señalar la belleza de ambas actrices.

Me parece un poco torpe el primer encuentro entre el virrey y Juana. Que él recite el celebérrimo Hombres necios que acusáis me parece un favor al público. Se le hace partícipe de la escena.

Es muy sorprendente la crudeza con la que están grabadas las imágenes de la plaga de peste. Todos los fluidos corporales anegando las camas… Una escena muy impactante al compararla con lo comedida que ha sido el resto de la película. En este ambiente ella decide culparse de todos los males que asolan México. Al parecer lo hace sinceramente. Pero a mí me resulta muy fácil verlo como una provocación.

La película no hace ningún esfuerzo por mostrar el paso del tiempo en el físico de los personajes. Como resultado sólo vemos un cambio en el hijo de los virreyes. Vemos cómo avanza en su niñez mientras el resto están exactamente igual.

No sé cómo era el relato imperante acerca de la conquista de México en el año de estreno. Pero ver hoy en día a una mujer tan reivindicada por México y verla arrodillarse ante los conquistadores españoles es impresionante.

Otra imagen que me gusta mucho es la última conversación que tiene con Sigüenza. Ella ve sus libros publicados por primera vez; él se los ha traído de España. El rostro de él aparece medio en penumbra. El resultado es que sus ojos a través de las gafas redondas son pura negrura. Es una imagen con una decisión estética muy diferenciada.


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