viernes, 13 de mayo de 2022

FITZCARRALDO

Dir.: Werner Herzog
1982
157 min.

Es una película enorme. Por su duración y porque suben un barco por una montaña. A pesar de ello estas grandes hazañas no ocurren hasta bien pasada la mitad de la película. Por tanto tenemos hora y media que, por muy bien realizada que esté, se trata de cómo remontan un río. Ocurre algo parecido cuando se piensa en películas como “Apocalypse Now” o “Aguirre, la cólera de Dios”. Nadie negaría su calidad, sobre todo de la primera, pero todo lo que ocurre es un barco adentrándose en una selva peligrosa.

Antes de montarse en el barco hemos tenido varias escenas de un visionario tratando de convencer a todo el mundo de que su proyecto puede triunfar. Quizás sea por lo enorme que es Klaus Kinski en ningún momento lo sentimos como un pobre hombre contra todo el mundo. Más bien le vemos como un loco millonario emprendedor que, dado que no puede mandar cohetes a Marte, decide abrir un teatro de ópera. Hay algo que un espectador, e incluso la propia película, podría olvidar. El protagonista no es un entusiasta de la ópera que quiere subir un barco por una montaña para enriquecerse vendiendo caucho. Es un millonario que quiere montar un teatro para representar ópera y para lo cual necesita dinero. Este dinero sólo lo puede conseguir con el caucho.

La película tiene un final muy benévolo con él. Lo último que vemos es una imagen muy fuerte, hay que admitirlo, de su barco con un coro de ópera. Él lo observa de pie, tras una silla de terciopelo rojo y con el puro más caro que ha encontrado. Pero no ha hecho más que fracasar en sus dos empresas. No ha logrado establecer la ruta para la venta de caucho y por tanto tampoco su dinero para el teatro. Lo único que ha conseguido ha sido gastar todo el dinero que, por otro lado, había puesto su esposa.

Admitamos que la escena del barco subiendo lentísimo con la ópera de Enrico Caruso es una de las imágenes más fuertes que ha dado el cine. Asombra a pesar de que sea toda la trama de la película. No habría tenido mucho sentido terminarla sin que el barco subiera la montaña. Pero es una tarea tan imposible que nos asombra verla. Además la película se regodea en ello. Es una tarea tan titánica que el barco debe moverse muy lento, así se da más peso a cada avance.

La trama se desarrolla en Perú. Principios de Siglo XX. Es un país donde aún quedan indígenas. De hecho son los indígenas los que trabajan como si fueran esclavos para subir el barco. ¿Qué incentivo tienen? Que consideran el barco sagrado. Tienen una leyenda acerca de un Dios Blanco que llegará en un Barco Blanco. Lo cierto es que Kinski nos cuadra a la perfección como Dios Blanco. Así tenemos ese primer momento donde los indígenas empiezan a subir al barco y a apenas rozar con los dedos la mano que Kinski les ofrece. Está rodado e interpretado con gran delicadeza. Para continuar con este respeto que le tienen tenemos una magnífica escena donde la tripulación de ya sólo 4 integrantes está cenando mientras todos los indígenas los miran. Las caras de Kinski con los ojos mirando a todos lados, con asombro y cierto miedo son una maravilla.

Es llamativo una escena con un pastor que es maestro que explica que Perú en sus libros de texto enseña a los niños que educa a no considerarse indios.

Vemos un intervencionismo de Perú que no permite a nadie que compre terreno de selva si no es para convertirlo en algo productivo.


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