viernes, 20 de mayo de 2022

EL FANTASMA DE LA ÓPERA

Dir.: Rupert Julian
1925
106 min.

Es fácil leerla como una metáfora de los promotores de artistas sin escrúpulos. Juran su amor mientras la artista en cuestión les sea fiel. A cambio ella debe esclavizarse a él. Por supuesto todo ello pasado por un filtro de romanticismo. Lo cual necesita que el hombre malvado en realidad sea un producto de la sociedad, que lo desprecia.

Hacia el tercer tercio de la película las trampillas, poleas y pasadizos se hacen insostenibles. El villano se pasa de vueltas por completo. Resulta que la cámara de los espejos fue una sala de torturas y es capaz de calentarse como un horno. También hay una especie de alarma que avisa cuando alguien penetra en sus dominios… La película se va de madre.

Antes de que eso ocurra ha habido varios momentos muy interesantes. Por ejemplo la mítica caída de la lámpara de araña sobre el público mientras canta la rival de la protagonista. El plano de la caída es rapidísimo y apenas se distingue nada, pero es suficiente para transmitir el caos del momento. Antes de que caiga las lucen del teatro parpadean de forma muy efectiva. El uso general de las sombras es bastante sugerente. Es cierto que parecen copiar muchas veces a “Nosferatu”, tres años anterior. En esta película se llega a mostrar una cartela sobre la sombra en movimiento del fantasma.

La imagen del fantasma es mucho menos seductora y elegante de lo que resulta en la novela. La máscara que usa es bastante inquietante. Tiene unas cejas pintadas. Más que ocultar todo el rostro y convertir al fantasma en un ser intrigante lo convierte en un rostro muerto, casi como las máscaras del videoclip de “Du hast” de Rammstein. Por debajo de la máscara asoma una especie de papel cebolla. Con respecto a la boca del fantasma, sobre todo en las secuencias finales cuando huye por las calles de París embozado en su capa, recuerda a “El hombre que ríe”, posterior a esta.

Hay un uso del color bastante interesante. El trabajo que tiene el baile de máscaras es asombroso. Es una escena repleta de figuras y el coloreado las persigue. Aquí se ve al fantasma con una masca calavérica y vestido entero de rojo. Esta escena culmina con los dos enamorados en el tejado del teatro mientras el fantasma los escucha desde una gárgola. Por sus movimientos melodramáticos uno podría encontrar una referencia a “Fausto”. Pero es posterior. Hay otro momento de uso del color bastante gratuito pero que es muy intrigante. Mientras los dos hombres están buscando la guarida del malo se deja la mitad del cuadro en negro, un pasillo. De él emerge una cara iluminada por una vela. La cara está coloreada. No aporta nada argumentalmente, pero es muy llamativa.

Alabaré cómo consigue que los escenarios parezcan enormes. Particularmente cuando se muestra el teatro y la escalinata en la escena del baile.


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