viernes, 25 de septiembre de 2020

APOCALYPSE NOW

Dir.: Francis Ford Coppola
1979
153 min.

Probablemente la mayor película bélica. Es soberbia. Es abstracta cuando quiere y muy política. Es la caída de la cordura humana y del Estado que lleva al miedo el sometimiento y la religión. Todo lo que pueda decir de la película es poco y quizás se haya dicho ya.

La construcción de Kurtz es impecable. Obtenemos información escasísima de él. A lo largo de la película oímos cosas, conocemos su entorno, sabemos el miedo que provoca pero muy pocos datos que nos hagan imaginarnos lo que se va a encontrar Willard. Tenemos a los más altos cargos del ejército americano en Vietnam aterrados por ese hombre. Quitándoseles el hambre de roastbeef. La seriedad con la que Harrison Ford trata el asunto permite hacernos una idea de la gravedad a lo que se enfrenta. Pero el mayor punto de terror que genera la película es el celebérrimo ataque a la playa. Esto se acepta por los altos cargos ¿qué le esperaba en el asentamiento de Kurtz? Esta idea de hecho se explicita verbalmente.

Todo lo que rodea al coronel es desmedido. Cuando le vemos bajar del primer helicóptero y repartir cartas entre los cadáveres. Le ofrece su cantimplora a un comunista para que beba cuando le ve que se está sujetando sus propias tripas pero no llega a darle el agua porque se entretiene al descubrir que hay un surfista en su asentamiento. El hecho de que acceda a ir al lugar más peligroso de Vietnam solo porque hay buenas olas para surfear. Las famosísimas valquirias que truenan más que las bombas que caen sobre el Vietcong. El hecho de que consideren caballería aérea, ese toque de corneta que hace que los caballos partan y en lugar de ello se elevan los helicópteros llenando el cielo como ángeles de la muerte. Ese estúpido pañuelo amarillo, las gafas de aviador y el gorro de caballería. ¡Todo el personaje es desmedido! Exigiendo napalm como una forma de sentirse en casa… La frialdad con la que operan los aviones responsables de arrasar todo con napalm es terrorífica.

La escena es terrorífica. Oímos las Valquirias en los helicópteros, sonando por encima de los rotores. Un breve plano de unos niños en el recreo, debilísimos acordes de Wagner. Aún están demasiado lejos para oírlo con claridad, apenas se intuye y el terror se instala en el poblado. Aparecen arrasándolo todo, el imperio americano da rienda suelta a la mentalidad patológica militar. Se acarician los misiles con un cariño nauseabundo. La destrucción es absoluta. El coronel mata y disfruta del mar a partes iguales. En su helicóptero hay tablas de surf en lugar de bombas. Cuando consiguen aterrizar y aún se están cruzando bombas los dos bandos exige a sus hombres que se echen al agua a surfear. Es un hombre absolutamente demente, la guerra se ha convertido en algo tan normal para él que cualquier cosa que quiera hacer se puede hacer durante un combate.

Cuando por fin llega su ansiado napalm el viento cambia de lado por culpa de la combustión y se echan a perder las olas. Entones el surfero profesional utiliza eso como escusa para huir de ese lugar. El coronel se deshace en disculpas. El napalm cambia el viento. No es culpa mía, son las bombas. El barco cae del cielo en un helicóptero y montan la tabla en él. Cuando huyen de ahí, ya en el río deben esconderse del coronel al que se le escucha decir: No os voy a hacer nada, solo quiero mi tabla, sabes que es una buena tabla y son difíciles de conseguir.

De las primeras cosas que vemos de Vietnam es la propaganda yanqui diciendo a una población que apenas entiende media palabra de inglés que ellos les quieren liberar de un régimen comunista. En un precioso montaje se pone a un predicador cristiano, mismo adoctrinamiento. Poder político y poder moral: religioso. Aquí está otra clave, el motivo por el que Kurtz es una amenaza es porque se está saliendo de la senda política del Estado americano. Por otro lado mismo motivo por el que lo estadounidenses deciden combatir el comunismo vietnamita. Esto es algo que se refleja en la cena con los franceses colonialistas. Los franceses son imperialistas, quieren estar en Camboya porque quieren la tierra, quieren vivir ahí. Quieren conquistar. Los americanos tienen intereses muy distintos. Supongo que ese enfrentamiento entre Francia y Estados Unidos ha perdido vigencia a día de hoy, pero el choque es frontal. La escena es muy incómoda de ver por el sol del atardecer que se cuela por las ventanas cegando al protagonista y tiñendo la escena de colores amarillos y rojos.

La guerra es testosterona. Toda la película destila testosterona eso es evidente. El momento de las conejitas playboy es la mayor declaración en este sentido. El decorado del escenario son balas. Balas de punta roja y hacia arriba, la metáfora fálica es evidente. El comportamiento animal de los hombres militares que llevan meses sin catar carne femenina es desviadamente animal y de hecho el maestro de ceremonias los tiene que dispersar con bengalas.

Conforme se acercan al asentamiento la película se vuelve poco a poco más y más abstracta. Todo cuanto ocurre aparece siempre detrás de humos de colores que no obedecen a nada. Los sonidos de guitarras eléctricas son constantes. Notas sostenidas larguísimas y agudísimas, tensión todo el rato. Gran trabajo sonoro con el estéreo para mostrar que la selva los rodea. El puente que separa Vietnam de Camboya es la despedida definitiva de la cordura. Ese tipo negro matando a un hombre que insulta a los yanquis, lo mata con una bengala, lo mata sin mirar, solo lo localiza con el sonido de su voz.

La tripulación del barco cae poco a poco. El mismo barco se va haciendo uno con la selva cuando hay que sustituir el techo de lona por unas hojas de palmera. Los negros mueren como murieron en Vietnam. Son los primeros en caer ante la indiferencia del gobierno americano. Lance pasa toda su travesía drogado. Con la cara pintada de camuflaje. Estados Unidos no solo obtiene población traumatizada sino además drogadicta. Las flechas volando hacia la barca saliendo de la propia selva y él decide jugar con una que le cae cerca. Lance, el tipo de enorme bigote es uno de los descensos a la locura más trágicos. Él que se había alistado para servir a su país cocinando.

Kurtz no alaba a las sociedades primitivas. Que él se haya convertido en el líder se ese poblado es sólo gracias a que es heredero de culturas mucho más ricas y evolucionadas que las de las tribus asiáticas. En su cuarto está la Biblia y otros textos fundacionales de las sociedades occidentales. El mensaje no es tan naíf como una defensión del buen pastor. Él le exige a la sociedad occidental valor. Algo que el reclutamiento masivo americano es incapaz de conseguir. Kurtz condena sin fisuras aquel momento en el que va a un poblado y vacuna a todos los niños contra la polio. Cuando vuelve inmediatamente ve que todos los brazos están amputados. El relato es terrible.

Un militar ejemplar no consigue sentirse realizado con el ejército. El lugar que más gala hace de su meritocracia. Si eres bueno, asciendes. Kurtz asciende claro, pero no se siente satisfecho. Todos los militares a su alrededor no son lo suficientemente buenos para logar terminar con la interminable guerra de Vietnam. Exige soldados de calidad y reprocha a toda una generación de americanos no ser soldados sino turistas. Algo frontalmente en contra de la mentalidad ciertamente perturbadora que se exhibe en “Good Morning Vietnam”.

Si el momento de la aparición de Kurtz está bien trabajado, el momento de su sacrificio es aún más esperado. El pueblo sacrifica a un buey mientras alguien que prácticamente se ha convertido en Kurtz se acerca detrás de él con un arma afilada. Kurtz le ha dejado libre. Él se ha convertido en un Dios. Se explota esta idea aristotélica. Fuera de la sociedad somos animales o dioses. Kurt muere como un animal. El paralelismo entre Willard y Kurtz es muy poderoso. Los planos de ambos con la cara oscura salvo los ojos. Esto lo veremos con mucho menos poder en “Mandy”.

Cuando el sacrificio termina y se marcha de ahí se repite el plano del principio de la película. Willard y el tótem. Al principio de la película Willard estaba al revés. Aquí ambos están del derecho. Ahora están en sintonía. La recreación de los flashes traumáticos son una maravilla. Solo hace falta dos elementos para invocar el horror de Vietnan: un ventilador haciendo las hélices de helicópteros y un cigarrillo invocando el fuego del napalm.


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