viernes, 11 de septiembre de 2020

EL REVERENDO

Dir.: Paul Schrader
2017
108 min.

Por el planteamiento de la película se nos viene rápidamente a la cabeza “Los comulgantes”. Sin embargo el relato se desvía rápidamente a desequilibrios mentales, inseguridades, ansiedades… Hay poco asunto religioso y mucho miedo. La película se aleja de la intensidad de Bergman y empieza a parecerse, argumentalmente, a “Joker”. Donde en “Joker” hay un payaso enfadado con unos muchachos que le roban su cartel, en “El reverendo” hay un cura que se molesta cuando un adolescente se muestra reaccionario.

Un tipo plantea el siguiente asunto: el mundo va a peor, ¿qué derecho moral tenemos de traer una nueva vida a él? El punto está en que su hijo ya está engendrado y el dilema está en si abortarlo o no. El tema es simple, pero bien planteado podría darnos ideas interesantes. Sin embargo la película decide tirar por el simplismo absoluto. El tipo tiene aspecto de rarito. No es un biólogo sólo alguien que ha leído demasiado al respecto. De hecho su pareja llama a la preocupación medioambiental ideas. ¿Cómo va un estadounidense a aceptar que exista una ciencia que lo explique? Esto quita cualquier credibilidad a cualquier debate que él plantee. De alguna manera su patología se transmite al reverendo y decide provocar una explosión en su iglesia. ¿Qué sentido tiene? Ninguno. La película lo justifica porque va a detonarse el día que un señor malo malísimo con muchas empresas contaminadorísimas va a estar presente. ¡Pero con la muerte del dueño no cierras las fábricas!

La iconografía de él como terrorista funciona por dos detalles principales. Su forma de vida espartana convierte su casa en una típica guarida de villano. Es una casa bastante grande pero sin apenas elementos. Particularmente se nota esta pobreza en el baño. El otro punto es la sotana desabrochada que lleva antes de decidir convertirse en un mártir. La sotana negra vuela a la altura de sus tobillos, casi como una capa.

Se plantea también el rezo como un problema. Hay un punto tremendamente protestante en el discurso que da al suicida en su primera conversación. Explica que en la fe hay que ser capaces de tener dos ideas contradictorias. Básicamente le aconseja que no lo piense mucho que si no todo esto de Dios es un lío… De hecho él no reza nunca. Sólo en un momento en el que ella se lo pide. La escena está preparada de tal forma que parezca algo romántico y casi erótico.

Todo el rato hay una preocupación acerca de cómo hablar con Dios. El empresario malo le pregunta que si ha sido capaz de hablar con Dios en persona. Esto deja muy preocupado al reverendo. Con el suicidio del loco del clima todo le parece mal al cura. Se vuelve alcohólico… Pero por lo menos el cura habrá aprendido del suicida y habrá adquirido una conciencia climática en vez de un miedo irracional al calentamiento global. ¡Tampoco! Es miedo todo lo que tiene. Esto se refleja en la escena más llamativa de la película. Al tener contacto físico con la viuda del suicida entra en una suerte de nirvana con el planeta hasta que el miedo perturba estas visiones. El director se ha preocupado mucho de que estas imágenes luzcan como deben. Sitúa la película en un clima otoñal. Los árboles son siempre ramas secas, sin hojas. Aparte del contraste con la vitalidad de sus visiones, rima con la decadencia del protagonista.

Esto me lleva al mensaje de la película: la vida vale la pena por el amor, en concreto el amor romántico. No critico la idea. Critico su poca originalidad. Ya era tópico cuando Nolan lo llevó a escalas superlativas en “Interstellar”.

Hablemos ahora de la caligrafía de la película, quizás lo más llamativo. Lo típico a día de hoy. Sí puede apuntarse esta película el mérito de no mover nada la cámara y de recurrir al formato cuadrado. Tenemos una cámara que no se sobresalta ante nada, como Haneke. Una cierta simetría en los planos que, sumando el formato, nos recuerda a “Hotel Budapest”. Hay un plano memorable del salón de ella. De derecha a izquierda: lámpara de mesa, sofá, lámpara de pie con aspecto de ojo. Durante toda la película la luz es blanda. Fotografía como de Yorgos Lanthimos… Se buscan los mismos efectos que el cine de autor actual, la típica frialdad a base de interpretaciones hieráticas. Aquí no se recurre a la música clásica.

Mencionemos a los dos actores principales. Él tiene la peculiaridad de que convenientemente iluminado se marquen los huesos de su cara que nos permitan creernos su cáncer. Ella con esos ojos enormes transmite toda su inquietud. Cuando aún la película no ha terminado de plantearse ella es el elemento que nos genera toda la incomodidad que había pretendido el plano de apertura. En un movimiento limpísimo la cámara se acerca al feísimo pináculo que preside la entrada de la iglesia.


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