viernes, 11 de octubre de 2019

JOKER

Dir.: Todd Phillips
2019
121 min.

La película está resultando polémica. No oculta que ese es su objetivo. Todo cuanto está marcado como corrección política en Estados Unidos está roto de forma casi sistemática en esta película. Si estamos en un tiempo en el que el tabaco se mira con recelo como respuesta a la elegancia de Bogart siempre envuelta en humo, nuestro Joker se pasa gran parte de la película fumando. Si la violencia se muestra con cierto pudor en el cine, nuestros asesinatos serán lo más sangrientos posibles. El propio personaje del Joker es un ataque a la filosofía optimista impresa en taza de desayuno.

El humor a costa de taras físicas está denostado. Ahí tenemos una escena sangrienta en la que gratuitamente se hace humor con un enano. El resultado de esta escena es hipnótico. Al verlo desconfiamos de nuestros propios ojos. Ver esa escena en una película estrenada este año es asombroso. Está ahí sólo para mostrar al director como un soldado valiente contra los límites del humor. La escena consigue ser cómica. Pero comete el fallo que los “límites del humor” pretenden evitar: el personaje del enano es solo eso, un enano. No tiene desarrollo de personaje, no hay nada que vaya más allá de su condición física. De hecho, una vez que la película ha terminado de reírse de él, no vuelve a salir en pantalla.

Y el punto clave de la película y de su mensaje: si la protesta se reivindica constantemente como modo de acción política, que prepare escudos, que corra a esconderse porque la película va a machacarla. La turba de protestantes está mostrada como seres fanáticos, violentos, sin ideales. Lo que les ha movido a salir a las calles es el asesinato de gente rica, algo populista a más no poder. Para terminar de caricaturizar al activismo político se introduce la palabra fascista de la forma más arbitraria posible.

Por supuesto también recibe leña la posverdad. El primer gran ataque lo tenemos cuando visita a su supuesto padre en un baño de un cine, precioso a decir verdad. Cuando el hombre le explica que está equivocado, él dice que le da igual. Ha llegado con un discurso y cree que le da derecho a su atención. En un culmen tenemos el accidente de coche que tiene contra una ambulancia. Lo que hacen los manifestantes es ponerlo en el capó del coche policial. Hay que construir un relato de que lo atropella el orden público y sobre él se vuelve a levantar.

Pero la película tiene mucho más que mensaje. Tiene ante todo la actuación de Joaquin Phoenix. La mayor parte del tiempo es grandiosa. Nos aburre un poco cuando está muy serio preocupado porque no le gusta la sociedad. (por supuesto la sociedad de los 80, haciendo un paralelismo simple para conseguir que la gente salga de la película con la topiquísima reflexión de que no avanzamos) Esos planos en el autobús mirando no se sabe a dónde. Son planos de una pesadez que no corresponden al resto de la peli. Esta es la misma sensación que ocurre con la fotografía. Si tenemos un Joker que se lo pasa tan bien, no tiene sentido que esté tan atormentado.

Los bailes de Joaquin son de lo mejor que se ha visto en pantalla. Puedes ver que no son solo un juego de actor mediocre. Es una coreografía medida que repite con precisión cada vez que baila. El plano en el que solo se ve su barbilla y su brazo alzado después del primer asesinato es maravilloso. De hecho ha sido uno de los carteles promocionales y costaba creer que esa sonrisa fuera la de Joaquin Phoenix. En el mismo sentido verle correr por la ciudad, entre los coches o por los pasillos de un centro psiquiátrico es genial. Esas zancadas largas, rodillas altas, zapatos que parecen ser larguísimos aunque a lo mejor son de su talla.

Las carcajadas nerviosas son de un nivel interpretativo abrumador. Cada vez que se echa a reír no podemos despegar la vista de la pantalla. En cierta medida produce apuro por lo mal que lo pasa. Cada vez que le ocurre es genial, pero por su intensidad es especialmente memorable cuando lee la carta que ha escrito su madre. La cara empapada de lágrimas, mocos y saliva. Ojos dolientes y risa atronadora. Llegados a un punto casi al final, deja de reír. Y tenemos a un Joker mucho más líder de una rebelión y con discursos serios y vacíos en otro ataque al populismo.

No nos gusta sin embargo cuando da la imagen de loco. En particular me refiero a la conversación con el funcionario del hospital psiquiátrico. Empieza a hablar como un loco mediocre y muy poco interesante. En este sentido pero de forma menos grave tenemos el salto a la casa de su vecina con la cual ha imaginado una relación que no existe. Hay que decir que por sólo el diálogo que tienen deducimos que no se conocen, no era necesario que nos explicaran que todo ha sido una alucinación.

La interpretación de deNiro es genial. El personaje no es para tanto, pero estamos viendo al vivo retrato de un presentador de late night. Ese gusto por lo atrevido en su programa. Esa forma de tratar a desconocidos de forma impostada. Su momento de mayor lucimiento es en el discurso aburrido del Joker lo cual nos deja un recuerdo un poco amargo del personaje, pero está hecho de maravilla.

Breve referencia a la banda sonora. Es curiosa. Tiene el tono de música de superproducción del género de superhéroes, pero realmente el argumento de la película no tiene relación con el género. El resultado es curioso. Por supuesto el espectáculo que ella provoca nos permite imaginar cómo la mente de Joker está distorsionando la realidad.


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