viernes, 23 de abril de 2021

LA EDAD DE ORO

Dir.: Luis Buñuel
1930
62 min.

La provocación de la película es constante. Especialmente dirigida a la burguesía. La cantidad de elementos de naturaleza surrealista es enorme. Empezamos con unos mallorquines que llegan a una isla a fundar la Roma imperial. Este grupo está dirigido por un individuo muy bajito, con chistera y bigote. Una caricatura del burgués. Erige la primera piedra mientras proclama un discurso con referencias a la propiedad de la tierra. Cuando vemos la Roma que fundan hay un desfile de elementos: la gente patea violines por la calle, se llevan rocas en la cabeza imitando a una estatua de Descartes, se nos cuenta que a veces los domingos se derrumban las casas…

Lo cierto es que Roma no está elegida por casualidad. Ahí está el Vaticano. Los ataques que recibe la Iglesia en esta película son muy poderosos. Aún conservaba su prestigio, por tanto una mera irreverencia era suficiente para que el ataque resultara efectivo. No para de recibir agravios durante toda la película. Tenemos los obispos reducidos a esqueletos al lado del mar. En cierto momento que el protagonista se enfada por la infidelidad de su amada arroja por la ventana un pino ardiendo, un obispo, una jirafa, un arado… Aunque sin duda el mayor ataque, con el que cierra la película es ver a Jesucristo encabezando un grupo de hombres que ha estado en una orgía interminable. Este relato se nos hace con intertítulos. Pero la estampa que genera es magnífica. Se nos cuenta que son personas para las que la vida de la mujer no vale nada. Han buscado varias mujeres duchas en el libertinaje cuya misión es hablarles para excitarles cada vez que pierdan el interés sexual. Una suerte de viagra. Después de esto vemos una cruz con pelucas clavadas.

La fiesta burguesa se ve atravesada por un carro con bueyes. Se introducen elementos agrarios en un lugar donde nadie ha pisado el campo en su vida. Así el protagonista encuentra en la habitación de ella el arado que después tira por la ventana. Tenemos también la famosa vaca sobre la cama. No se limita a estar ahí tumbada, la vemos bajarse con movimientos muy torpes. Tenemos el tópico de la joven burguesa en busca de la libertad cuando ella se mira al espejo donde ve un cielo con nubes y del que sale viento.

En los jardines tenemos a un niño que está mirando cómo un guardés se lía un cigarrillo. Cuando lo termina el niño lo tira al suelo. El guardés se enfada, pero sin perder los nervios dispara al niño y después remata con un tiro a su cabeza. Los burgueses de la fiesta miran esto como un contratiempo. El otro episodio violento de la película es cuando el ministro de interior discute con el protagonista. Desesperado se pega un tiro en la cabeza. Lo que vemos es una mancha de sangre en el suelo, su sillón vacío y sus zapatos en el suelo. El siguiente plano es el ministro incrustado en el techo. Es un gag a la altura de “Top Secret”.

El ámbito sexual también está muy explicitado. De hecho una de las primeras escenas son los dos protagonistas retozando en el barro. Esto se intercala con imágenes de un retrete e imágenes de lava presentadas de forma escatológica. Pero los veremos retozar mientras el resto de los invitados de la fiesta escuchan un concierto de música clásica. Por su naturaleza laberíntica, este jardín recuerda a la logia de “Twin Peaks”.

Es una escena muy larga así que da tiempo a mostrar muchas cosas. Hay un fetichismo de dedos, tanto de manos como de pies. Se muerden los dedos mutuamente. En el caso de ella llega a arrancarle los 4 dedos mayores a una mano de él. Mientras están enredados él deja perder su mirada para fijarla en los dedos de los pies de una estatua que tienen a su lado. Más tarde ella morderá ese dedo gordo de piedra. Se nos muestra la cara de la estatua, es una mujer así la depravación es doble: no sólo la podofilia, sino también el lesbianismo.

Ella cuando ha estado alejada de él ha llegado a tener un dedo lesionado por la masturbación. La primera vez que se saca a colación este tema se hace con dos dedos haciendo movimientos masturbatorios al lado de una peluca haciendo las veces de vello púbico. En cuanto a él, se acerca a cámara hasta que su entrepierna cubre todo el plano.

Mientras están enredados se menciona que hay violencia en las calles. Pero ellos son felices por estar juntos. Se pronuncia entonces la frase quizás más escandalosa: ¡Qué alegría haber matado a nuestros hijos!

Es sabida la fijación de algunos autores por los enanos para ambientar las estampas surrealistas. En esta ocasión no hay enanos, pero sí hay gente bastante bajita: el líder de los burgueses de enorme bigote y un violinista con sotana.


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