viernes, 21 de abril de 2023

12 MONOS

Dir.: Terry Gilliam
1995
130 min.

Las películas de viajes en el tiempo como estas siempre me producen una ligera desidia. Muy pronto descubrimos que la misión del protagonista ya ha sido cumplida. Esto nos pone en un punto en el que ninguno de los actos de los protagonistas tiene gran importancia. Nada va a cambiar su destino. Por tanto, debe haber algo mucho más fuerte que el argumento para agarrarnos a la película. Para mi gusto, esta no lo consigue.

La película destila un estilo muy propio de su tiempo. Hay un dinamismo expresado con la cámara torcida, primerísimos planos, escena sucia… Por ejemplo la estética de los científicos en el futuro… a mí se me hace un poco dura de ver. El lugar está abigarrado. Hay cosas por todas partes. En este sentido la bola con la que hablan con el protagonista está muy integrada con el resto del escenario. Es una bola llena de pantallas, con lupas y cámaras. Fea, pero interesante. Cuando estamos en este escenario en segundo término siempre hay cosas. Hay maquinarias de relojes, un enano cruzando la escena… Igualmente en este escenario ocurre uno de los elementos más disruptivos de la película: cuando los científicos tratan de convencerle de que no son un producto de su imaginación le atan a la cama y le arropan con sábanas infantiles. Un color azul que contrasta con la paleta de colores de la película en general y de la escena en particular.

El 1995 que pinta es bastante deprimente. Tenemos una ciudad estadounidense con el típico vapor que sale de las alcantarillas, las cantidades ingentes de mendigos, caos, edificios abandonados, carteles que se repiten de forma obsesiva… El clima es desagradable como él solo. Cosa estupenda para que gane fuerza el discurso del protagonista, que, a pesar de todo, quiere quedarse en esa época porque hay árboles, estrellas y aire no tóxico.

No está nada clara la postura ecológica de la película. Los ecologistas aparecen como absolutos dementes. Liderados por un Brad Pitt que sostiene un discurso parecido al que después se ridiculizaría de una forma mucho más hábil en “El club de la lucha”. Las personas que vaticinan el fin del mundo aparecen siempre como lunáticos, pero algunos tienen razón. Supongo que el mensaje final es de absoluto pesimismo. Una visión muy posmoderna en la que la verdad no existe. Es imposible saber qué ocurrirá.

Brad Pitt recuerda en ocasiones a Johnny Depp. Se adueña de la escena, tira cosas al suelo… El problema es que la película no parece acompañarlo. Actúa disfrutando de su locura, pero la cámara no parece acompañarlo. Tiene una especie de secuaces que no le entienden, no le apoyan. No tiene ningún sentido que su plan de abrir las jaulas del zoo se lleve a cabo. Sí hay que reconocer el detalle de la bizquera. No es una idea genial, pero está ejecutada de forma excelente.

La película en general es muy contenida. Frisa siempre terrenos escabrosos pero se queda en un terreno de lo seguro. Sobre todo con una narrativa muy convencional. Por ejemplo cuando Brad Pitt enseña el centro al protagonista lo hace con una fórmula súper manida. Me gusta mucho, por el contrario, cuando aparece el proxeneta a pegar a los dos protagonistas. La película por un momento muy breve pierde cualquier control. Entra un tipo al que no se le espere y sin ningún peso en la trama y llama zorra a la protagonista y la tira al suelo de un bofetón; esta es la tarjeta de presentación de un personaje que no dura más de un par de minutos en la película. El protagonista se arranca los dientes. Unos segundos antes hemos visto a un tipo vestido de Papá Noel perdiendo el autobús. Si no fuera por el cromatismo marrón de la película, podría pasar desapercibido. Pero ese traje rojo es muy fuerte con respecto a todo lo demás.

Argumentalmente me interesa muy poco. No me creo que haya una psiquiatra que se dedique a estudiar a los enfermos que se creen profetas. No me creo que, si tan buena es en su campo y tanto ha estudiado para escribir su libro, no reconozca Bruce Willis de la fotografía de la Primera Guerra Mundial. Tampoco me creo el enamoramiento de los dos protagonistas. Hay que admitir que, por lo menos, ella parece estar como una cabra cuando se enamora de él. No me creo que en el futuro envíen a cualquier pobre diablo a estudiar el pasado en vez de ir los propios científicos. El final es muy poco estimulante. Sabemos que estamos en la misma línea temporal. ¿Qué más nos da el encuentro en el avión? No hay nada que se pueda hacer desde el futuro para parar al tipo que iniciará la pandemia mundial…


No hay comentarios:

Publicar un comentario