viernes, 21 de junio de 2024

BARBARELLA

Dir.: Roger Vadim
1967
98 min.

Es divertida, estéticamente potente, imaginativa, casi siempre autoconsciente. Una maravilla. Su carta de presentación es muy potente: un estriptis en una pobre gravedad cero. El traje de astronauta del que ella se va desprendiendo también es bastante pobre. Pero la película ya tiene un cierto desafío al espectador: no se le muestra meramente un cuerpo apetecible. Los títulos de crédito revolotean por la pantalla. ¡Qué grandes eran los grafismos de los años 60! En su vuelo tratan de cubrir sin mucho empeño las partes pudendas de Jane Fonda.

El estriptis da paso a una conversación telefónica durante la cual la protagonista se mantendrá desnuda. Pero siempre de una manera juguetona, porque ella lo trata con cierta naturalidad y la cámara no busca centrarse en sus pechos ni la puesta en escena se obsesiona por taparlos. Sin duda estamos ante una película erótica. Pero sin esforzarse en crear escenas tórridas. Ello a pesar del poco pudor que manifiesta ella.

La escena en la que por fin se derrumba cualquier atisbo de pretensiones que pudiera tener la película es la escena que comparte con David Hemmings. Esta escena es hilarante. Parece que ambos actores estuvieran jugando. Es un no parar en un humor en tono paródico. Me resulta delicioso que permita a esta escena crecer tanto que cree sus propios chistes recurrentes. Ella asume con ligereza y humor su condición de objeto sexual. Él acaba de interrumpir la trama, por lo que se nos cuenta es un personaje importante en ese mundo y aún así se encargan de que no pueda albergar ni un ápice de solemnidad… Esta escena me vuelve loco y permea todas las intenciones de la película.

Una vez que hemos visto esto nos permitimos reírnos a gusto de los hilos que vemos cuando flota una nave, de la absurda explosión de los guardianes antagonistas, de las alas del ángel ciego… Todo ello que hasta entonces nos quedaba la duda acerca de cuán en serio habríamos de tomarlo acaba de ser profanado y podemos divertirnos. Precisamente cuando todos estos elementos descacharrantes se aglutinan en una demasiado larga escena épica a mí me aburre un poco. La escena típica en la que un antagonista quiere usurpar el poder… Todo ello me aburre porque son los mismos elementos cutres que ya he visto intentando construir una cierta épica.

Musicalmente sí funciona muy bien esta apoteosis… El componente sonoro de la película siempre es una maravilla. Delirante es la música cuando Duran Duran trata de matarla de placer con su órgano. El componente lisérgico está muy presente. Es muy potente la imagen de un ángel crucificado. De forma más evidente en las formas que las tintas dibujan suspendidas en el líquido. Pero una de las primeras imágenes sorprendentes que propone la película son unos conejos puntados de azul. Pocos segundos después tendremos el primer impacto en una renuncia a la verosimilitud cuando la protagonista empieza a ser devorada por unos muñecos con dientes metálicos. Unos dientes que cierran con gran estruendo.

Estos muñecos dan pistoletazo de salida a otra constante en la película: los cambios de ropa. Se buscan trajes que realcen la figura de nuestra protagonista y en particular que le moldeen sus pechos en forma de cono.

Hay un gusto en general por el plástico cuando se busca mostrar algo sofisticado tecnológicamente. Por ejemplo cuando vemos el laberinto es algo mucho más natural, más cenagoso. Incluso con telas de araña. El laberinto cuando se funde con el fondo y asciende hasta llegar al lugar donde habita la élite irremediablemente me ha recordado a los fondos el expresionismo alemán. Gusta el humo, las luces… Los colores…


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