viernes, 28 de junio de 2024

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE

Dir.: John Ford
1962
119 min.

Es una película de vaqueros en la que nos llama mucho la atención cómo se introducen tópicos sin ser conscientes. Es una sensación muy parecida a lo que ocurría al ver “Halloween”. La diferencia es que el slasher tiene muchos menos años que el western. Por ejemplo vemos a borrachos salir volando del bar mientras unas señoras indiscretas se ríen de ellos, el sheriff inútil y borracho, los filetes en el restaurante tienen un tamaño medible en hectáreas, se rompen muchos más cristales de los necesarios para dibujar un oeste más violento… También se escucha una frase que podría estar tomada literalmente de una parodia: Papá, ponte los pantalones.

La actitud de la película hacia el pueblo es un poco extraña. Evidentemente la película utiliza este entorno rural a su servicio para desarrollar su historia. Además de eso trata a todos sus personajes con una falta de respeto algo escandalosa. James Stewart los trata con sumo aprecio que por eso es el héroe de la peli. Pero en general se los muestra como unos seres exóticos y salvajes que viven en un mundo extremadamente violento.

La película es fundamentalmente política. Se alaba el sistema republicano de Estados Unidos por haber librado de la violencia al país. Esta es la dualidad que hay entre los dos protagonistas. John Wayne representa la violencia y Stewart, la fuerza legal. La idea es que la política debería ganar. Al menos cuando nos enteramos de que el futuro senador está aprendiendo a usar un arma para vencer a Balance, se nos muestra como una derrota personal. Esto es un mensaje un poco edulcorado de la política. Pero el final asume las teorías de Weber y se admite que el Estado necesita de la violencia.

El mensaje político es poco revolucionario porque se dedica a alabar el régimen establecido. Eso resulta aburrido. Pero por lo menos vemos un compromiso en la película y es superior su dimensión política que su dimensión narrativa. En el ámbito político tenemos la gran escena de la clase. En ella, cuando está repasando la lección de la Declaración de Independencia pregunta al negro sirviente semiesclavo por su inicio. Sostenemos como evidentes estas verdades… Aquí no recuerda cómo seguir y el profesor le recuerda que todos los hombres son creados iguales. A lo que él contesta que siempre olvida esa parte. No podría ser ningún otro personaje sino el negro quien dijera esta frase.

En los títulos de crédito sale el nombre de John Carradine. Esto me pone muy contento, pero también me impacienta mucho lo que tarda en salir. Sin embargo me pongo muy contento otra vez al ver la maravillosa interpretación de un político contario al Estado, liberal, pretencioso en su hablar y antagónico.

Respecto a la trama hay cosas que me enfadan muchísimo. Si el oeste es realmente un lugar sin ley, no hay motivo para que todo el pueblo no se haya puesto de acuerdo para matar a Liberty Valance. El pueblo no es muy grande y nadie quiere que vuelvan a pisar ese lugar. Si obviamos este detalle de lógica interna, podemos disfrutar muchísimo del secuaz sádico y cocainómano.

Supongo que para quien sea americano esta película le resultará muy cercana por reivindicar su amado sistema democrático. A mí me resulta un poco lejana. Probablemente la condición casi de héroe nacional de John Wayne le dote de un cariño instantáneo del público. A mí su personaje me da asco y su gran tamaño físico no llena la pantalla ni la mitad de bien que James Stewart.


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