viernes, 14 de junio de 2024

MASACRE. VEN Y MIRA

Dir.: Elem Klimov
1985
136 min.

Acompañamos a un joven entusiasta que es reclutado por el ejército rojo. Su visión heroica de la guerra irá ennegreciéndose según presencie los horrores de la guerra. Más concretamente mientras presencie las matanzas del ejército nazi en las aldeas de la URSS. Nunca vemos ofensivas del ejército rojo por lo que nunca tiene la oportunidad de ver a los suyos perpetrar salvajadas. Sólo ve a campesinos morir despiadadamente bajo los caprichos de los nazis.

El retrato que se hace de los nazis es de total arbitrariedad. Están en esa tierra para matar y divertirse. No sé hasta qué punto esto es un retrato fiel de lo que fue la invasión. Nunca están en combate. Los vemos masacrar (como el nombre de la película indica) una aldea con todos los campesinos encerrados en un establo. Los soldados se divertirán quemando el edificio y oyendo cómo gritan desde ahí dentro.

La evolución del protagonista la verdad es que es casi más cruda que el salvajismo nazi. Vemos cómo arruga cada vez más su frente. Le irán poniendo prótesis en la cara para simular quemaduras y desgaste en general. Esta imagen del horror es peor que los propios horrores que contempla. Como este rostro es el protagonista absoluto de la cinta, hay varios planos en los que su mirada está en foco a la vez que aquello que mira. Esto no está hecho con una sola lente. El cuadro está claramente dividido en una superposición de imágenes donde diferentes elementos se tienen en foco.

El caso más desgarrador es el de la chica que le acompaña al principio. Nos ha dado una primera escena que se sostiene por la intensidad propia del cine ruso. En realidad aporta bastante poco. Pero tiene esa valentía al sostener el plano que les caracteriza. Hay una especie de iniciación en el mundo de los adultos. Ella es mucho más madura que él y le quita esta ilusión con la que entró al ejército. La última vez que la vemos está destrozada, con los ojos ensangrentados, su vagina sangrando y con un silbato en los labios.

Un elemento que se repite varias veces es el avión alemán que sobrevuela al protagonista. Antes de verlo siempre oímos un rugido, en realidad no suena para nada a motor. Es un ruido mucho más abstracto. De esa manera la presencia nazi es ineludible, nunca sabemos dónde la vamos a encontrar. El otro momento donde tenemos esta sensación es en los momentos inmediatamente anteriores a la masacre central de la película. El chico está andando por unos campos de cultivo. Todo está cubierto de niebla. Oímos motores, andan de un sitio a otro. Todo es enormemente confuso.

La película culmina y llega a su punto de más épica con el niño con la cara desfigurada disparando a un retrato de Hitler. Mientras lo hace vemos imágenes de los desastres del nazismo hacia atrás. Desea que nada de ello hubiera ocurrido matando a Hitler. Este trozo, para mi gusto muy propagandístico y efectista, termina con un fogonazo de la imagen de Hitler de niño. Ahí, cuando aparece esa visión, el chico deja de disparar.


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