viernes, 5 de diciembre de 2025

BUGONIA

Dir.: Yorgos Lanthimos
2025
118 min.

Sádica como Lanthimos. Parece mostrar con soberbia cómo es capaz de hacer que una actriz de la altura de Emma Stone se rape el pelo y aparezca cubierta de ungüento por razones arbitrarias. Por otro lado, se ríe de una forma cruel de una pareja de white trash, una versión actualizada de la caterva que veíamos en “Gummo (1997)”. Estos dos hermanos son lo peor. El trato que reciben de la película me parece despreciable. Siento todo el rato que se están riendo de personas con serios problemas. Pero en el otro lado tenemos una multimillonaria que trabaja en la industria farmacéutica. No hay con quién empatizar. Todo el mundo es miserable. Lo único a lo que nos podemos agarrar es al policía pederasta.

Por supuesto que repele ver al hombre rubio trastornado. Pero su primo inseguro, acomplejado, timorato. Cada vez que la película le lleva al ridículo me invade la depresión. Me resulta también un poco arbitrario que alguien con tan pocas convicciones sea quien realmente se suicida por una causa en la que ni siquiera cree. Cuando veo ese disparo no puedo evitar pensar que es simplemente la excusa argumentativa para cubrir a Emma Stone de sangre.

Para poder incomodar al público Lanthimos utiliza sus recursos habituales: ángulos de cámara forzados, espacios muy vacíos con esa música tremendista, lentes deformantes, sonidos amplificados, cámara fría ante los hechos traumáticos que viven los personajes o la bajísima profundidad de campo.

No durante mucho tiempo, pero la película termina con varios giros bastante arbitrarios. El más evidente es el último, el que revela que ella es realmente una alienígena. Realmente esto me parece que tiene poca importancia narrativa. Es una simple coda que no cambia nada. Por la irreverencia con la que se dibuja esa nave nodriza me hace pensar en las arañas terriblemente renderizadas de “Mamántula (2023)”. Más relevante que esta escena me parece el descubrimiento de la sala del horror donde guarda todas sus paranoias.

Hay algunas imágenes poderosas. Esa primera conversación de Emma Stone con su secuestrador ella pringada de blanco, con su abrigo de marcadas hombreras, su soberbia y sus labios rojos me hacen recordar al Joker de “El caballero oscuro (2008)”. Cuando se descubra la nave nodriza, la alienígena emerge de un fluido que, aunque endometrial, me hace pensar en el magma negro de “Under the skin (2013)”. Cuando vemos a la madre alzarse en los planos de analepsis, llena de agujas de la empresa farmacéutica, pensamos en otras ascensiones similares: “El exorcista (1973)” o “El espejo (1975)”. Por último esos planos de la protagonista caminando cojeando con ese abrigo rojo me remiten a la misma cojera y al abrigo amarillo de “La sustancia (2024)”.

Cuando por fin muere toda la humanidad hay una secuencia de planos. Seleccionaré el que me interesa: podemos ver una planta de distribución de paquetes. No hay nadie, no hay operarios. Las cintas transportadoras siguen realizando el trabajo con las cajas de cartón. Me parece todo un reflejo de la desgarradora frase de Žižek: “Es más fácil imaginar el fin de la humanidad que del capitalismo”.


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