viernes, 3 de septiembre de 2021

MI QUERIDA SEÑORITA

Dir.: Jaime de Armiñán
1972
80 min.

Soberbia. Es imposible dejar de prestarla atención. Al principio gracias a José Luis López Vázquez. Es un actor enorme. El ejercicio de interpretación que hace como mujer es fascinante. Es fascinante lo comedido que está. Acostumbrados a verlo siempre excesivo, gracioso, nervioso… El personaje femenino que construye es completamente asombroso. La actuación no es perfecta. Hay algunos elementos que la virilizan. Digamos que su cuerpo es muy masculino, sus movimientos son poco gráciles. Por otro lado hay algunos gestos faciales de López Vázquez que son demasiado reconocibles como para no ver al actor en ellos en vez de a la señorita.

Pero la segunda parte, cuando viaja a Madrid a vivir como un hombre, sigue siendo impresionante. Los problemas que se le presentan son problemas reales. Sorprende ver en el cine español este tratamiento del asunto. Nuestra tradición y el actor cómico podrían dar pie a clásicas escenas cómicas de travestismo. La situación de don Juan es desgarradora. Más aún si tenemos en cuenta la decencia católica en la que ha sido educado. Una mujer que ha hecho todo cuanto una mujer respetable debía hacer de repente en una vida como hombre se ve vacía. No tiene estudios, ni trabajo… No sabe hacer nada. Repito, pese a haber hecho toda su vida lo que se suponía que debía hacer.

La escena en la que don Juan quiere acostarse con Isabelita, la mujer que ama, nos muestra a un hombre asustado ante esa situación. Mucho más que ella, acostumbrada a una generación más abierta. A él se le plantea la torpeza sexual de ser virgen a los 40 años. De nuevo una temática que sería objeto de comedia en cualquier película suya.

La primera vez que se nos muestra a la señorita interesada en las piernas de su criada es una sensación muy extraña. Algo dentro de nosotros nos exigía que López Vázquez debía quedarse embobado mirando esas piernas. Pero no su personaje. Esto resuelve lo escandalizada que ella se sentía al ver cualquier atisbo de libertad sexual en una chica joven del pueblo.

La película goza de una virtud que no sé si es consciente de ella. Su pobre calidad sonora nos deja un par de escenas de una fuerza brutal. Pero absolutamente insuperables. Hablo de los dos encuentros más importantes con Isabelita. El primero se produce de manera fortuita en el bar donde ella trabaja. Pide un café, le indica que está muy nervioso, ella vacía un poco la taza… Él la ha reconocido, pero, en principio, ella a él no. La actuación de ambos es brillante y la escena es super silenciosa. Aún no tenemos ni los medios para captar ruidos del bar ni la voluntad artística de hacer un cine naturalista que grabe todos los ruidos de la escena. Sólo se oyen los diálogos, lo cual congela todo, nada distrae. Es de lo más potente que he visto nunca. Además la escena está localizada en un punto en el que él ha sabido más o menos encontrar una situación estable. Teje pantalones en secreto para una sastrería en la que explica que los pantalones los hace su hermana, impedida físicamente y que por ello es él quien los entrega. Es un momento de éxito para él. Se ha procurado una situación en la que puede sobrevivir. De repente ese encuentro le desarma.

Ese mismo efecto se produce en la escena en la que por fin comparten cama por primera vez. La frase que culmina es un final maravilloso. Quizás no muy sorpresivo. Pero la manera de resolverlo es genial. La frase es precisa, la situación comedida, la actuación de ambos maravillosa, la música con la que cierra es efectista, no excesiva y efectiva. Y por otro lado planta un retrato de la última generación de jóvenes del franquismo radicalmente tolerantes. Un retrato que tampoco es gratis. Hemos visto a las dos hijas del banquero de Vigo. Son chicas consentidas, egoístas, con pocas ganas de estudiar y sin respeto a la autoridad.

Quizás lo que más choque de la película es cómo obvia un hecho fundamental. Si al final la situación se arregla, es debido a que la señorita tiene tierras. Esa historia de transexualidad habría tenido un discurrir mucho más tortuoso con una persona de clase trabajadora. ¿A dónde habría escapado? ¿Con qué dinero habría vivido si no tiene las joyas para empeñar? Y lo más importante de todo, es cierto que don Juan estudia para conseguir un empleo, pero con lo que empieza a pagar la casa que se compra es con el dinero que le dan sus tierras en posesión. De estos problemas que saltan a la vista del espectador la película nunca dice una palabra.


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