viernes, 6 de diciembre de 2019

DOCE HOMBRES SIN PIEDAD

Dir.: Sidney Lumet
1957
95 min.

La película es grande en todo momento. No hay ninguna secuencia que se pueda descartar. Aunque nos imaginemos cuál es la conclusión final, los acontecimientos ocurren de manera bastante sorprendente. El gran fallo que tiene la película es el miembro del jurado número 2. Ese tipo de gafas enclenque y artificialmente torpe. Por supuesto que tiene su razón de ser en la película pero nunca nos apetece verlo en pantalla.

En una actualidad como la nuestra en la que tanto se condena la dictadura de la corrección política me parece increíble que no haya ataques contra esta película. ¡Es la máxima expresión de la corrección política! Estamos la mayor parte del tiempo obnubilados por los personajes y sus interpretaciones, pero cuando reflexionamos un poco sobre el mensaje de la película lo único que encontramos es una defensa de un Estado como el americano.

Lo tiene todo. La principal es la defensa a ultranza de la presunción de inocencia. Pero el jurado número 5, un tipo que se crio en un suburbio, es la imagen del sueño americano. La promesa de una vida mejor en base al esfuerzo. Esta actuación es las mejores de la película. Es un actor particularmente teatral. Actúa con todo su cuerpo. Además que su expresión facial le da una pesadez perfecta a la escena.

El jurado número 7 es condenado por varios de sus compañeros por no tomarse el proceso en serio. No toleran que le de igual el sistema judicial. El Estado americano basa su sistema de libertades en el jurado popular y por ello es responsabilidad de los ciudadanos mantenerlo. Algo repugnante por parte de la clase política y tremendamente arraigado en la sensibilidad americana. Sus compañeros no le reconocen el derecho a querer ver un partido de beisbol y es juzgado duramente por ellos.

El jurado número 8 es el protagonista, el hombre aparentemente pequeño que debe luchar contra todos los demás. El héroe moderno. No es algo genuinamente americano sino de la narración clásica. Jurado número 9 un hombre mayor que es el primero en cambiar de opinión. Por supuesto la idea es desmontar el prejuicio de que la gente mayor es testaruda. Jurado 10 un hombre clasista al que todos dan la espalda en una escena que, si bien no deja de ser bonita, es demasiado explícita como para no escuchar a Estados Unidos colgándose una medalla de inclusividad. Jurado 11 un extranjero. Jurado 12 un publicista al que se le recrimina no ser fiel a sus ideas.

El que me he saltado premeditadamente es el número 3. Un tipo que juzga al acusado no por prejuicios o por convicciones políticas. Sino por sentimentalismo. Proyecta en el acusado a su hijo y su mala reacción con él y por ello quiere condenarlo a la silla eléctrica. ¿Mensaje? Las decisiones han de tomarse con cabeza. Es un tipo que sistemáticamente está entrando en contradicción. Gritando mientras los demás dialogan como respetables políticos. Para explicitar esas contradicciones hay algunas frases que no esperamos de forma natural. Sin embargo es una magnífica interpretación.

Además del evidente aspecto teatral hay mucho de composición del plano. Se pone mucha atención en cómo se disponen todos alrededor de la persona que esté hablando en ese momento.

Aunque la trama discurre de forma bastante suave, el punto de partida es un poco extraño. Henry Fonda no tiene muchos motivos para preguntarse por la posible inocencia del acusado si no es la caridad clasista. Hay que pensar mucho para conseguir el escepticismo que lleva a todos sus compañeros a considerarle inocente.


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