domingo, 1 de diciembre de 2019

EL HOMBRE QUE RÍE

Dir.: Paul Leni
1928
110 min.

Esta película tiene todo lo que yo podría esperar del cine expresionista. De hecho es que el expresionismo está encarnado en su protagonista. Todo cuanto tiene es enormemente llamativo. La cara es una única entidad blanca. Ese pelo inmóvil que coloreamos de verde de forma inconsciente. Esos labios oscuros. Esas arrugas de su frente. Todo cuanto hay en esa cara produce una tensión muy propia de este cine. Para rematar al personaje tenemos las manos como garras que se tapan la boca de forma obsesiva. Casi es peor ver el miedo con el que descubre su boca que después ver la sonrisa.

La trama es realmente intrincada. En cierto modo parece un poco Shakesperiana, con esos líos de palacios, reyes que quieren deshacerse de herederos… Es un avance de la trama lo que nos da una de las escenas más interesantes del protagonista. La escena en la cama de la promiscua condesa que quiere acostarse con Gwynplaine ella riendo por un mensaje que le dice que debe casarse con él. El payaso solo puede llorar de rabia pero no puede quitar la sonrisa. Es un momento bastante particular.

El momento de la muerte del hombre que ríe es tremendo. Deben hacer creer a Dea que no ha muerto. Para ello toda la compañía grita imitando a un público. Está muy apoyado esto por la sonorización de la versión que he visto. Además de la música ensordecedora se añaden unos gritos difusos y lastimeros. Se superponen montones de payasos en pantalla para conseguir engañar a la pobre ciega. Da mucho apuro verlos correr entre los bancos del público para parecer omnipresentes.

En general visualmente todo está muy bien. La interpretación del filósofo con ese rostro algo oscuro y esos ojos abiertos y siempre moviéndose es maravillosa. La imagen del antiguo bufón de la corte que ahora es un noble es genial. Él con toda la dignidad del mundo que le concede su estatus con el mismo aspecto de payaso que Gwynplaine. Además el pueblo inglés con casa de tejados apuntados, fachadas inclinadas y llenas de vigas de madera. Con esa carreta traqueteante donde nada es paralelo moviéndose por las calles llenas de gente.

Incluso el momento de la persecución funciona bien. Ver al payaso en una torre asomándose a la multitud con la cara desencajada, puro nervio y con traje de noble es maravillosa. Ahí viene el joker a nuestra mente de forma evidente. Hay un momento en el que parece que va a caer desde lo alto y la cámara se acerca sorprendentemente rápido al suelo. Además se repite mucho un plano tomado desde una esquina del pueblo en el que se ve diferentes muchedumbres que le persiguen y cada vez que se vuelve a él el plano está más tembloroso y más sucio. Maravilloso.


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