viernes, 14 de enero de 2022

NAVAJEROS

Dir.: Eloy de la Iglesia
1980
92 min.

El tema principal de la película dice la frase Si cruza la frontera, podrá escapar. Sólo es explicable por imitación a las ficciones de gánsteres americanos. Porque, ¿qué frontera está intentando cruzar un chico que no ha salido de Madrid en su vida? La vida que lleva desde su fuga de la cárcel la verdad es que parece de mafioso. Viviendo con una mujer a la que no informa de su vida delictiva y dedicándose a la organización de atracos. Para completar la banda sonora hay un tema de Los Chichos y música clásica para acompañar la rutina delictiva de la pandilla con clara influencia de “La naranja mecánica”.

Hay tres mujeres en la vida de Jaro y con las tres tiene una relación de moralidad dudosa. Su madre vive casi suplicándole perdón por ser prostituta. A su novia prácticamente la obliga a tener un hijo que ella no desea. El motivo por el que quiere tener el hijo no es mucho más elogiable. Lo quiere porque ha perdido un testículo en un tiroteo con la Guardia Civil y tiene su masculinidad herida por ello.

La última de sus mujeres es una prostituta que queda prendada de él. En general el tópico de la prostituta que queda impresionada por el cliente es bastante insoportable. Pero en este caso es hasta casi turbio. Adquieren una relación en la que ella le tiene como un hijo adoptivo prácticamente. Lo cual implica que su relación es prácticamente incestuosa. En la primera conversación en la que la oímos sorprenderse de las dotes amatorias de El Jaro oímos una de las frases más memorables de la película:

– Tengo solo 15 años pero con más rabo que la Pantera Rosa ¿vale?

– ¡Coño que si vale!

El Madrid de la película está irreconocible. No sólo por lo poco urbanizado que está el sur que vemos desde el Cementerio de La Almudena. Si no, sobre todo, por la brutal transformación que ha ido sufriendo la zona centro. Cómo el granito ha impuesto su modelo urbanístico. Resultan muy sorprendentes las chozas construidas en pleno campo, al lado de las vías del tren. Los personajes gais que aparecen se muestran aceptados pero enormemente estigmatizados. No hay rechazo pero se quiere marcar distancias con ellos. Por ejemplo uno de los miembros del barrio ha cogido por costumbre cobrar a homosexuales por dejarse practicar una felación.

El periodista interpretado por José Sacristán (junto a Enrique San Francisco las únicas interpretaciones sobresalientes) lleva un discurso que la misma película reconoce que es manido. Continuamente se trata de culpar a la situación suburbial de la ola de delincuencia que azotaba Madrid. Se plantea también una reflexión que yo no había oído tanto. Exagerar la violencia de los delincuentes juveniles y del terrorismo como herramientas para tener a la mayoría de la población amedrentada y conseguir que, en efecto, no haya violencia.

Por supuesto se ven las críticas típicas de las fuerzas del orden nostálgicas del franquismo. Oímos a un policía que maldice la democracia por no poder ejercer la violencia impunemente contra El Jaro. La película es del 80, pero El Jaro muere en el 79. Me resulta muy poco creíble que ya hubiera desaparecido la violencia de las comisarías.


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