viernes, 12 de agosto de 2022

NOCHE EN LA TIERRA

Dir.: Jim Jarmusch
1991
128 min.

La propuesta son 5 historias que suceden simultáneamente en 5 taxis. Todas en la misma noche en 5 ciudades. Vemos cómo cae la noche en Los Ángeles y cómo despunta el alba en Helsinki. Aunque pueda sonar a propuesta interesante lo cierto es que no va a ningún lado. ¿Cómo puede afectar nada de lo que ocurra en cada ciudad a cualquier otra historia? La propuesta no se puede explotar, la película lo sabe y dejará que esto sea meramente la transición entre las historias. La excusa para mostrarnos la pared con los 5 relojes que nos permitan viajar de un lado a otro.

Por suerte las historias que aparecen sí nos cautivan. Casi todas explotan el recurso de juntar en un espacio pequeño a dos personas de mundos muy distantes. En la última, la de Helsinki, tenemos a los personajes más uniformes. Quizás el mayor choque que ocurre entre ellos es que los pasajeros vuelven de una noche de fiesta mientras que el conductor asegura tener dos trabajos y una vida durísima. Este conductor tiene una imagen muy interesante. Pelo largo, bigote enorme y gesto serio y cansado.

Los personajes con los que más me cuesta empatizar son el pasajero de Nueva York y el taxista de París. En Nueva York ocurre una escena que se presenta cómicamente y que hoy en día la vemos de forma bastante crítica. Mientras el pasajero conduce desde Manhattan hasta Brooklyn se encuentra a su cuñada por las calles. A la fuerza la mete en el taxi diciendo la obediencia que le debe a su marido. No nos escandalizamos porque la pelea que tienen entre ellos es muy infantil, pero básicamente estamos asistiendo a un secuestro. Todo bajo la mirada del simpático taxista checo.

En Los Ángeles la taxista que sueña con ser mecánico se come la pantalla. Ese taxi sucio, ese paquete de tabaco enganchado al techo y del que no deja de sacar cigarrillos. La productora de cine de alta sociedad y acostumbrada a vivir entre actores famosos no puede comprender que los sueños de alguien puedan consistir en un trabajo como el de mecánico. Este encuentro a veces nos deja cosas que no nos creemos y que vemos casi con vergüenza. Por ejemplo cuando la pasajera debe atender una llamada importantísima y la taxista enciende la radio. Vale que un taxista puede ignorar brutalmente a su pasajero, pero no me creo que alguien que se toma tan en serio su trabajo no se fije en algo así. Porque, además, no ha habido música en ese taxi hasta ese momento.

Hablemos de Roma porque es sin duda el taxista más memorable. Como escena todo se queda en un sketch, digamos que es el relato que tiene menos que contar. Pero la actuación de Roberto Benigni es brutal. Antes de que se suba el cura que será el pasajero ya le vemos como un ser incapaz de mantenerse callado. Cantando, citando a Dante para poder saltarse las calles, insultando a la policía.

—¡Es usted un peligro!

—Yo llevo un taxi y ellos pistolas y el peligro soy yo.

Al subirse el cura, a quien el taxista insiste en tratarle de obispo, decide que ha llegado el momento de confesarse. Sin que el cura le de permiso para ello él empieza a relatar toda una vida de perversiones sexuales. Una vez que ha arrancado a relatar sabemos por dónde va a ir más o menos toda la escena, pero es imposible dejar de escucharlo. El tipo insiste en añadir todo lujo de detalles a su narración. Lo acompaña todo de una gesticulación maravillosa. Tira el cartel de Prohibido fumar por la ventana. En vez de mostrar arrepentimiento busca que empaticemos con su historia. Es un recital de actuación maravilloso.

Los créditos iniciales tienen una canción de paso lento, una voz rasgadísima y en algún sentido un aire cómico. Esta música la estaremos oyendo en versión instrumental en casi todos los planos que acompañen al taxi en silencio por las calles de las ciudades.


No hay comentarios:

Publicar un comentario