viernes, 18 de agosto de 2023

SIMÓN DEL DESIERTO

Dir.: Luis Buñuel
1965
43 min.

Sátira religiosa en la que las virtudes que pueda tener un tipo meditabundo se van yendo de madre volviéndose ridículas y finalmente haciéndole perder la cabeza. Es curioso que no carga contra la religión en su conjunto: el tipo efectivamente obra milagros. De lo que se ríe es de la clase de sacrificios que hace. La crítica final viene a cuestionar lo que un tipo que vive alejado del mundo sabrá del mundo para estar promulgando reglas de conducta. Una crítica que tiene un fácil reflejo en ciertos miembros eclesiales. En la escena con el endemoniado las hordas de creyentes gritan vituperios a favor de todo aquello contra lo que el tipo con espuma en la boca blasfema. En ese vaivén de exclamaciones, ¡Muera la apocatástasis! ¡Viva! dos hombres de Dios comentan por lo bajo ¿Qué es eso de la apocatástasis? Recibiendo una cara de desconcierto generoso.

Hay un elemento que me ha resultado muy curioso: los constantes cambios en la edad de Simón. La piel se arruga y se tersa cada poco, lo mismo ocurre con las canas… Hablando de cambios de edad, el diablo (por supuesto encarnado en una mujer) al presentarse eróticamente ante él, cuando consigue rechazar la tentación, se convierte en una decrépita mujer mayor que se aleja corriendo desnuda. Sin buscar ese impacto, es un recurso parecido a la escena del baño de “El resplandor”.

Me ha llamado mucho la atención cómo en muchos actores se escuchaba la cadencia típica del cine español de la época, pero con el seseo hispanoamericano. Los dos únicos personajes que tienen un acento que yo reconozco como mexicano son el enano pastor y el propio Simón. El hecho de que haya un enano me hace recordar “El Topo (1970)” de Jodorowsky. Él protagoniza un momento bastante incómodo. Cuando un joven monje se acerca saltando a la columna de Simón, éste alaba la cabra con la que está en ese momento y señala sus prominentes ubres. Lo cual escandaliza al monje.

Acercándonos al final, en el que la demencia de Simón ya es evidente empiezan a ocurrir cosas que me gustan mucho. El principio del fin ocurre cuando por algún pecado que no recuerdo decide mantenerse en la columna a la pata coja. Que esa es otra: está todo el día pidiendo perdón por sus pecados, pero poco se puede pecar en lo alto de esa columna. El momento que me parece casi mágico es en el que encuentra un insecto en su columna. Él, contento, la bendice y la lanza de vuelta al suelo. En su locura encuentra esto un gran entretenimiento y empieza a decir: a ver si encuentro más cosas que bendecir.

El diálogo en el que queda patente la desconexión absoluta con el mundo real es aquel en el que alguien le cuenta que dos personas han discutido por quién era el dueño de algo y Simón no logra entender que eso sea posible. Cuando su interlocutor le dice Esta es tu bolsa. Imagina que yo digo que es mía. Simón contesta: Bueno, pues quédatela. Asumiendo que la única opción. El diablo para hacerle ver el mundo real, el mundo del pecado le lleva a un bar con música estadounidense. Visto hoy en día, baile sin apenas contacto físico, los chicos con traje y la música sin letras obscenas, casi parece una fiesta de alguna juventud católica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario