viernes, 31 de octubre de 2025

MACARIO

Dir.: Roberto Gavaldón
1960
91 min.

Es un cuento en el que al miserable, al hombre justo se le concede la abundancia. Desde que le vemos exitoso tememos por su seguro destino fatal. En realidad mi mayor temor era que el desencadenante del tercer acto fuera motivado por tratar de desobedecer las clarísimas normas que ese ser sobrenatural le había impuesto. Por lo tanto, aunque sea frustrante ver cómo Macario acaba mal, quizás es el mejor de los finales posibles.

La primera vez que Macario se topa con los tres personajes sobrenaturales es un vuelco radical a la película. Hasta entonces esperaba ver algo estilo “Ladrón de bicicletas (1948)”: una familia recta que se corrompe intentando salir de su pobreza. Pero vemos la aparición de un demonio (que me ha hecho pensar en “Simón del desierto (1965)”), de alguien blanco que podemos identificar con Dios y alguien esquelético que sería la muerte. Este último personaje tiene mucha importancia en la película. Me gusta su facha ensombrecida. Aunque sólo sea por el sombrero me recuerda a la fantasmal figura de “La muerte cansada (1921)”. Se vuelve a apelar a esta película cuando se lo lleva a su cueva y vemos un gran bosque de velas encendidas.

No deja de ser curioso que cuando Macario muestra integridad delante del demonio lo haga protegiendo el guajolote que su esposa ha robado para que él pueda degustar egoístamente sin su mujer y sus hijos. De alguna manera se legitima el pillaje si es para saciar un hambre legítima.

Me ha gustado mucho el interludio musical del corrido con el que se explica la cotidianeidad del éxito de Macario. De alguna manera nosotros nos damos por pagados. Se transmite la sensación de que puede permitirse disfrutar de la opulencia. Y además, no se deja de elogiarle. Se subraya que le para los pies al rico empresario con el que trabaja: pese a que pretende cobrar la visita a todos los clientes, Macario se niega a cobrar cuando no es capaz de sanarlos y a la gente pobre que acude les cobra sólo lo que pueden pagar.

Hay dos escenarios interiores muy impresionantes. Uno en el palacio del virrey; por primera vez en la película se muestra la escena en contrapicado permitiendo que se vean en toda su extensión las columnas de mármol y las grandes puertas. La otra escena, aún más inmensa, es la del juicio ante la Santa Inquisición. Este juicio se celebra en una iglesia vacía. La fachada que hemos visto antes de los créditos ya adelanta un barroquismo que se corresponde con las decoraciones interiores. Además de la propia arquitectura del templo es más impresionante el verlo vacío, con Macario en el centro. Flanqueado por encapuchados a un lado y encapirotados al otro.

Me gusta que todas las autoridades tengan acento peninsular. Me parece divertido que cuando entran las fuerzas del Santo Oficio a casa de Macario buscando sus pócimas de brujería entran arrollando con todo. Hasta tal punto que el jefe ordena romper la cerradura de un arcón, la esposa de Macario le dice:

¿Por qué romperla, si aquí tengo la llave?

El Santo Oficio no necesita llaves.


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