- Dir.: Oldrich Lipský
- 1967
- 69 min.
La premisa de la trama es curiosa. Vemos una historia de amor bastante clásica en la que todo transcurre hacia atrás. Lo único que se permite que vaya hacia delante son las frases de los personajes. Esto le permite crear diálogos en los que una frase parece responder a su propia réplica. A veces funciona mejor que otras. Pero como tampoco se puede sostener durante muchas frases no llega a ser cargante nunca.
El narrador tiene una posición muy interesante. Conoce menos que el público. Es decir, nos cuenta esa historia como si en esa dirección fuera el devenir natural de los hechos. Sin embargo la fisicidad del mundo sí le sorprende. Así, por ejemplo cuando asesina al amante de su mujer tirándolo por la ventana, lo que veremos en pantalla será cómo un cuerpo inerte sobre el empedrado se eleva hasta entrar por una ventana cuyo cristal se recompone. El narrador entonces se maravilla de que alguien pueda dar tan tremendo salto.
Empieza con un chiste que a nosotros nos resuena el monólogo de Gila: mis padres no estaban cuando yo nací. Esto lo dice porque el destino final del protagonista será morir en la guillotina. Entonces por lo que a él respecta, nace en ese momento. De igual forma no dice que mata a su esposa: la monta como si fuera el maniquí de Serrat. Se maravilla de que su hijo sea capaz de producir tantos litros de leche por la boca al día. Se lamenta del día que gana una gran apuesta deportiva. En ningún momento la película se vuelve particularmente graciosa, pero nunca está mal traída la confusión entre imagen y narración. Uno por supuesto no puede evitar comparar con Nolan y “Memento (2000)”. En la película checa la narración se rompe igual que lo hace en la de Nolan y sin poder escapar nunca del juego de la marcha atrás.
Visualmente quizás hay algunos momentos interesantes. Pero como hoy tenemos tantísima facilidad de ver grabaciones en reverso pocos son sorprendentes. Claro, muchas veces habla el narrador sin que el diálogo de la escena diga nada. De esa forma el espectador que no necesite subtítulos puede deleitarse con el juego visual. Creo que las imágenes más fascinantes son aquellas en las que los personajes comen. Supongo que los actores estarán instruídos para que la imagen quede lo más limpia posible. Es muy curioso cómo se recompone la comida en bocados tan grandes y fluídos.
Una problemática que no es evidente a priori es que el inicio de una trama de este estilo tiende a ser lo más anodino de estas historias. Sin embargo aquí el narrador consigue un efecto muy interesante. Es decir, los típicos encuentros más o menos fugaces que deberían hacer crecer nuestro interés por el porvenir de esa pareja en este caso sirven para que el narrador nos explique cómo poco a poco intenta verse cada vez menos con ella. También consigue con mucha naturalidad dar por muerto a un personaje solo porque es la primera vez (la última en este caso) que aparece en la película. Es decir, es como si el narrador no tuviera más información que la que vemos nosotros.
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