- Dir.: David Cronenberg
- 1983
- 88 min.
Me ha sorprendido encontrarme el término nueva carne utilizado dentro de la película. Creía que era una expresión propia de Cronenberg. Algo así como esculpir en el tiempo para Tarkovsky. No sabía que estuviera incluida en su obra. Al verla aquí es llamativo cómo se plantea como algo abstracto, casi trascendente. Uno pensaría que nueva carne hace referencia a ese gusto por las deformidades, esa forma de erotizar cualquier grieta en la piel, que nos acerque a la carne humana. Vimos en “Crash (1996)” cómo una raja vertical en un muslo podía servir para penetrarla como una vagina. En “Videodrome” vemos algo no tan explícito: a nuestro protagonista le aparece una raja parecida, más honda en este caso, en el estómago. Lo que hará el antagonista será introducirle cintas de vídeo con las que programarle. Esto es interesante porque evidentemente se nos está mostrando una penetración, pero en ningún caso se trata de una penetración fálica.
Generaría mucha repulsión si una película naíf nos advirtiera de los riesgos de exponerse a material audiovisual agresivo, violento. Pero claro, aquí se plantea esa idea cuando la película presume de su explicitud gráfica. Sí me resulta interesante esta confrontación entre el videódromo y las imágenes que Carpenter propone. De alguna manera se abraza la violencia, se vanagloria de pertenecer a un mundo que considera las deformidades y las imágenes aberrantes como algo interesante, algo creativo. Pero a la vez se desmarca de la violencia en sí. Es decir, pareciera que la película quisiera decir que exponerse a esas imágenes no es inocuo y que precisamente por eso, son interesantes en la medida que el creador sea capaz de tomar esa temática y generar materiales creativos.
Hay imágenes que son muy imaginativas y que además están creadas con tal fisicidad que atraviesan la pantalla. Me refiero en particular el momento en el que la televisión se convierte en un sujeto erótico. La boca de Nicki se convierte en un primerísimo plano en la pantalla. De esta manera esa boca se convierte en la boca de la televisión. Después el plástico del aparato adquiere venas y latidos que la van dando carnalidad poco a poco. La convierten en algo blando, que puede percibir dolor de un látigo y excitarse con eso. Me gusta mucho cómo se juega a entrar y salir del sueño, de las alucinaciones. La trama de la película es tan loca que no nos importa en absoluto cuánto haya de realidad o no en las imágenes que vemos. Por ejemplo hay un momento dado en el que un personaje, que sabemos que trabaja para los malos, le dice al protagonista que en una caja de cartón guarda su cabeza. Esta frase podría ser cierta en un sentido metafórico, podría ser mentira o podría incluso haber sido verdad. La película no lo resuelve porque de esa escena nos vamos cuando explota la pared de la estancia.
Es verdad que la parte que tiene una trama en sí misma me da un poco de pereza. No es que me moleste la trama en sí. Pero sí que tiene una exposición un poco típica que no me gusta. No me gusta la idea de tener que acudir a O’Blivion como supuesto experto en la materia. No me gusta tampoco la parte técnica de que el infiltrado nunca haya visto realmente Videodrome… Todas estas cosas me parece que suponen darle un peso a la trama. Una trama que queda claramente eclipsada por las imágenes enfermizas que la película tiene.
Sí, me gusta la imagen de Convex, pero resulta menos espectral que el Hombre Misterioso de “Carretera perdida (1997)”. Aunque estéticamente me produce cierto rechazo, puedo encontrar ocurrente el centro de O’Blivion, que proporciona dosis catódicas a personas que la necesitan. Me hace pensar en la distopía de “12 monos (1995)”. Algunas ideas que se sugieren como casi denuncias a un mundo obsesionado con la televisión hoy resultan más que visionarias, triviales. Me refiero por ejemplo a este hombre que dice que solo sale por la tele a través de la tele, que dice que tiene un nombre expresamente para salir en la tele…
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