viernes, 10 de junio de 2022

LA TORRE DE LOS SIETE JOROBADOS

Dir.: Edgar Neville
1944
81 min.

Un título absolutamente propio de la literatura gótica. Pero hay un problema: está ambientado en Madrid. ¿Qué torre inescrutable hay en Madrid que pueda albergar todos los misterios que requiere la trama? Ninguna. Solución: hacer la torre subterránea. Me parece bien; ya que asumimos el género de esa manera, hagámoslo bien. Tampoco tengo pegas con que diga siete jorobados. ¡Son muchos más! Pero el haberle puesto un número sugiere un misterio o una organización secreta… Como digo, todo concuerda con el género.

Con respecto al argumento sorprende que se aleje de la crudeza de las historias a las que nos tiene acostumbrados el cine español de la época. Tenemos un tipo que sufre por no ser capaz de invitar a cenar a la chica que le gusta y a su madre con el único duro que le queda. Por la aparición de un ser de ultratumba que ve el futuro, consigue enriquecerse apostando en la ruleta. ¡Esto es algo inaudito! Consigue el dinero con moralidad dudosa, haciendo trampas en juegos de azar, y la película no le castiga. Conserva el dinero, no peca de avaricia, es buen hombre… Yo esperaba que toda la película consistiera en condenarle porque no se puede conseguir nada en esta vida que no se merezca.

La parte propiamente de misterio está bien, pero sin nada particularmente interesante. Es divertido que el tipo se cruce continuamente con jorobados (de actuaciones más que correctas, todo hay que decirlo). Hay una escena en la que se traduce un jeroglífico… elementos tópicos que no aportan nada. Hay incluso una escena de hipnotismo.

Lo que es impresionante es cuando por fin se rebela la sociedad secreta de falsificadores de billetes jorobados que viven en una antigua ciudad judía subterránea. Las escaleras de acceso son impresionantes. El efecto es maravilloso. Por lo poco espectacular de todo lo anterior esta imagen es potentísima. Habíamos tenido escenarios convencionales y de repente ese pozo gigante. Pero eso no es todo porque tras el pozo está la ciudad. Es cierto que todo luce bastante de cartón, pero es impresionante. Por otro lado, lo que se construye es gigante. No sabría decir cuántos decorados distintos conforman la ciudad.

En esta ciudad encontramos al personaje más maravilloso de la película y que he visto en mucho tiempo en el cine. Se trata del tópico de un sabio que vive en su mundo si enterarse de nada. Es un arqueólogo que canta, que le gusta recibir visitas, que no despega la vista de su trabajo. Un tipo mayor, delgado, de barba y bigote graciosos… Cua, cua, cua. Principios del XIV finales del XIII. Cua, cua, cua. O sea que esto ya lo tenían los judíos, en Madrid. Todo él es caricaturesco, pero la interpretación de Antonio Riquelme es perfecta.

El final llega de forma bastante abrupta, desde dentro de la ciudad secreta dinamitan todos los túneles y se entiende que muere el jorobado parece que mandaba en ese lugar. La explosión es otro despliegue de medios. En el mismo pozo cuyo tamaño nos había impresionado antes empiezan a caer vigas, tuberías, agua y varios estropicios cuya escala con respecto a la escena entendemos mal, pero ello no hace sino aumentar la fascinación por lo que estamos viendo.

Con respecto a la aparición fantasmal del hombre con monóculo opaco, capa, cicatriz en el cuello y chistera. El efecto en el espejo no es particularmente llamativo, pero está bien hecho y entiendo que se quiera hacer gala de esta capacidad. Me gusta que no se desarrolle mucho la parte en la que el protagonista no termina de aceptar el hecho sobrenatural. Me parece inesperado y ocurrente que se aparezca Napoleón porque alguien está haciendo una suerte de güija y no sabe dónde tiene que aparecerse.

La interpretación del actor protagonista, Antonio Casal, sin ser sobresaliente, es bastante mejor que la que vimos en el endeble papel de “El hombre que se quiso matar (1942)”.


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