viernes, 15 de septiembre de 2023

ORDET

Dir.: Carl Theodor Dreyer
1955
125 min.

Es muy teatralizada en el sentido de que las acciones ocurren siempre en escenarios muy reducidos y casi toda la fuerza está en el texto. Por supuesto Dreyer es un maestro generando ambientación y todo se sostiene. En particular todos los personajes se creen tanto las situaciones que esa pesadez nos llega a nosotros. Me gusta cómo los personajes siempre parecen arrebatados: por la pesadumbre, la alegría, desolación, ira… Cada vez que un personaje experimenta un sentimiento deja un rostro expresivo y apenas lo mueve.

Aunque cueste creerlo las escenas cómicas funcionan muy bien. No digo que transmitan gran hilaridad, pero resulta divertido ver al padre de la granja indignarse porque el sastre no aprueba la unión de los hijos de ambas familias. Un matrimonio que instantes antes él estaba condenando también.

Los escenarios en general son bastante vacíos dejando a las figuras humanas respirar y separando claramente los bloques aunque estén en la misma estancia. El vacío que más rememoramos es el de la habitación con la difunta. Es una habitación blanquísima en la que las paredes siempre parecen muy alejadas de la cámara.

El contraste entre ambas religiones es curioso. Aquellos que creen que en la tierra puede haber milagros, son los que abrazan la muerte con más énfasis. Los que consideran que la muerte es un regalo porque te permite habitar con Dios. Sin embargo los otros niegan la posibilidad de los milagros bajo el clásico argumento de que Dios no contravendría sus propias leyes físicas. El hijo de la granja Johannes se dice Jesucristo (jesucristus en el idioma original, una palabra que se dice mil veces) y por ello tiene poderes para resucitar a la nuera.

Este personaje es el que habitualmente vemos cuando se ven imágenes de esta película. No es para menos. Vaga con un tono de voz lastimero. Con un palo. Habla con los niños como si estuviera en otro plano astral, pero nunca es tonto. Llama poderosamente la atención. Lo que es aún más curioso es que justo antes de obrar el milagro de la resurrección se constata que ha recuperado la razón. Es divertido que el cambio más significativo que vemos es que ya no lleva su túnica.

Hay una escena totalmente cruda que es aquella en la que la nuera que fallece da a luz a su hijo. Un médico totalmente engominado, de modales secos, en traje está trabajando para que madre o hijo sobrevivan. Cuando tiene que tomar la determinación de sacrificar al niño no se dice explícitamente, sólo muestra unas tenazas que no presagian nada bueno. Pero el momento en el que se nos revela el dramático final es con el padre del hijo acercándose al anciano que espera feliz a su primer nieto varón. Le dice: ya ha nacido. Está cortado en 4 partes dentro de un barreño.


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