- Dir.: Jean Epstein
- 1928
- 63 min.
Está plagada de recursos. El montaje es endiablado. Tiene un nervio que recuerda al de Eisenstein. Pero a la vez nos presenta escenarios con una gran carga onírica. La cámara se pasea por esas estancias de forma fantasmal. Me recuerda al inicio de “El año pasado en Marienbad (1961)”. Esa cadencia pesada, conseguida con ayuda de una elegante cámara lenta. También las cortinas que cubren los muros del castillo evocan esa manera de pasar el tiempo que tanto le gusta retratar a Tarkovsky.
Es sorprendente lo poderosa que es la combinación de dos imágenes muy sencillas. En un plano las cortinas que he mencionado se mueven por un viento absurdo para una estancia interior. En el siguiente plano vemos cómo caen los libros de las estanterías. Si es por la caída que aparece en el título o por el viento, poco importa. Me recuerda a esa forma de caer que tienen los objetos a cámara lenta en “El espejo (1975)”.
Cuando retrata la obsesión del enloquecido pintor lo hace con muy pocos recursos. Por un lado su mujer que está perdiendo la vida a medida que su retrato se perfecciona. Por otro lado la cámara y su rostro se acercan. Su pincel se mueve más allá del objetivo. Es un mirar penetrante como el de el más famoso de los rostros de “El carnaval de las almas (1962)”. Sus rostros de delirio son maravillosos. Además de este, en el arrebato de la creación, tenemos otro mucho más contenido cuando está esperando que su esposa llegue de vuelta de la tumba. Se permite en otro momento vaciar por completo el cuadro. Él está en el centro en un plano medio. Todo lo demás es negrura. Como su piel no resalta lo suficiente se le hace vestir de blanco bajo la chaqueta para que contraste bien.
Con respecto a esta imagen, una dama de blanco que viene de noche evoca mucho el vestido de una novia. Ello a pesar de que no lo sea. Las telas blancas se alzan altísimas en la noche. Habrá que mencionar el plano en el fondo del río de “La noche del cazador (1955)”. Es tan evidente que no parece ni interesante acordarse de “La novia cadáver (2005)”. Pero gracias a la cámara lenta y sin abandonar a las novias también me ha recordado al icónico plano de “Melancolía (2011)”.
Es muy romántica en el sentido que exige Edgan Allan Poe. Reúne todos los elementos que podríamos esperar de este tipo de terror. Incluso cuando ya nos acercamos al final parece acordarse de que conviene incluir un gato. Tenemos un búho, una noche de tormenta, con todo lo que le gusta la electricidad y los rayos a esta estética. Ese cúmulo de velas al lado del cual muere la chica. Quizás no sea un elemento particularmente interesante, pero es algo con suficiente fuerza para llenar el plano mientras ella se desploma.
El haber introducido las velas en el momento de la muerte, sirve de excusa para generar esas imágenes tan curiosas con superposiciones cuando están transportando el féretro. Escena que me ha recordado al entierro de “Vampyr, la bruja vampiro (1932)”. Todo el transporte del cuerpo de ella es tremendamente fantasmal. Ya desde los primeros momentos, cuando él toma su cuerpo entre sus brazos. Deambula por la estancia. La cámara se mantiene fija en él. Salvando las distancias, el efecto es como el de los primerísimos planos de “Inland Empire (2006)”.
Por lo general me gusta cuando podemos ver el artificio de alguna modesta maqueta. En este caso el castillo me resulta imposible de comprender. Las primeras veces que lo vemos el castillo aparece de la forma tópica en la que podría aparecer cualquier castillo de Drácula. Aparece tras una niebla. Pero entiendo que la maqueta es tan pequeña, que no se distingue nada entre la bruma. Lo que es delirante son los planos finales, en la noche estrellada. Las luces que, entiendo, representan los astros parecen disponerse cubriendo el tronco de un árbol. Genuinamente no entiendo qué se quiere representar. Además de eso lo que funciona terriblemente mal es cada vez que caiga un cascote en llamas del castillo. Insisto en que la maqueta es diminuta por lo que la caída de cada trozo es a una velocidad que rompe cualquier verosimilitud del plano.
Existe un plano también muy complicado de entender. No sé si es culpa del blanco y negro, de la iluminación o de la pobreza de la imagen. Cuando entran a la cripta en la que depositarán el ataúd ésta está ubicada en un bosque. Bajan una escalera como corresponde al género del terror romántico (y, siendo justos, también es habitual en las criptas). La estancia a la que llegan, lejos de tener grandes muros de piedra desnudos y telarañas, es un plano que no alcanzo a comprender. Casi parece un escenario típico de viajes al centro de la tierra. Como con motivos vegetales…
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