viernes, 4 de abril de 2025

TARDE DE PERROS

Dir.: Sidney Lumet
1975
120 min.

La película funciona mucho como sucesión de escenas. Algo que contrasta con que todos los personajes estén obligados a mantenerse recluidos en un escenario. Pero claramente la película abre y cierra capítulos. Digamos que pocas veces hay más de un asunto gestándose a la vez. Por ejemplo el guardia jurado que es asmático y del que se deshacen tan pronto como pueden. El capítulo de atender a la prensa y disfrutar de ser el centro de atención. El tema de su esposa transexual… Lo que quiero decir con esto es que no nos termina de llegar esa impresión de que Al Pacino está orquestando todo aquello. Algo que él repite más de una vez: que él está al mando y que se tiene que ocupar de todo.

Los primeros momentos de la película me hacen temer que se vaya a tratar de una sucesión de gags algo tópicos. Basados en el contraste entre la violencia del atraco y la aleatoriedad de la vida cotidiana. Algo como que una empleada se pase largos minutos en el cuarto de baño, que los muebles sean pesados de mover, que no haya el dinero esperado en la caja, que el compañerismo de las cajeras sea superior al miedo que provoca la situación… Por suerte la formidable interpretación de Al Pacino y el paso de las horas son suficientemente atractivas para mantener la fuerza de la escena.

Me gusta que podemos encariñarnos de Al Pacino por su torpeza y por su bonhomía. Pero a la vez, todos los rasgos biográficos que vamos conociendo de él nos lo pintan como una persona violenta y hacia la que sentir rechazo. En algún momento me ha recordado a un personaje miserable como los que podríamos esperar de Woody Allen.

Con respecto a Sal, interpretado por John Cazale, me gusta que se le trate casi como una bestia impredecible. Para empezar es muy bonito ver que repitan pareja estos dos actores después de las dos películas de “El padrino (1972)” y “El padrino. Parte II (1974)”. En su mirada podemos apreciar que es alguien con muchos miedos y desequilibrado. Un católico simple, del cual se hace burla por no fumar para evitar contraer cáncer. Alguien que asusta a Al Pacino. Al principio es alguien más con quien debe lidiar. Casi parece que necesita ir obteniendo cosas del policía para poder mantener a su psicópata tranquilo. Me gusta mucho una frase que se dice sólo una vez, que no se vuelve a mencionar pero que carga la escena de una tensión especial: Sal no puede volver a la cárcel y la alternativa a la libertad es el suicidio.

La interpretación de Al Pacino es espectacular. Sí, puede ser exagerada cuando se pone en plan populista, recordando a las masas episodios de abusos policiales que sabe que le proveen de una cierta protección. El texto en la llamada con su esposa quizás no es brillante. Pero su manera de recitarlo es una gozada. Me gustan su inglés estropeado, me gusta su naturalidad…

La policía me gusta porque tampoco te puedes encariñar mucho de ella. Por supuesto los agentes ordinarios son personas atemorizadas y con gusto por apuntar con el arma. Me gusta que el agente gordo encargado de la negociación al principio no caiga en estereotipos. Es algo torpe, pero no es tonto. Engaña en cuanto puede al atracador y sin embargo trata de mostrarse siempre con mucha sencillez. En las antípodas está el curioso rostro del hombre del FBI, James Broderik. No sé se podrá responsabilizar enteramente a su cara o la forma en la que la cámara le mira tendrá también algo que ver. Pero mantiene siempre una actitud casi de distanciamiento con la situación. Una media sonrisa al ver todo lo que hace su compañero, que él trata como rival…

El asunto de la homosexualidad del protagonista tiene algunas cosas interesantes. Para empezar nunca se usa como excusa para ennoblecerle. De hecho sería muy tentador haberle dibujado maltratador con su esposa heterosexual y como un hombre cariñoso en su matrimonio gay. Sin embargo es violento con las dos parejas. No deja de ser llamativo que pase de ser vitoreado cuando se enfrenta a la policía a ser abucheado en el momento que su homosexualidad se publica. También se le usará como icono de la lucha por los derechos gays. Hay en ello algo que me recuerda a “La cabina (1972)”. Como si fuera un espectáculo, alejado de la sociedad y que la gente decida apropiarse de si situación para sus propios intereses.

Muy interesante y ácida la conversación que tiene por teléfono con el presentador de telediarios. Ahí él le pregunta que por qué atraca bancos. La reacción de Sonny en este momento es genial. La pregunta le parece absurda: aquí es donde está el dinero. Entonces desde el noticiero tratan de convertirlo en una víctima del sistema o bien en un parásito social. El atracador muerde donde duele al deslegitimar a este hombre encorbatado de vender la miseria social como un espectáculo cobrando lo que cobra.


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