- Dir.: Francis Ford Coppola
- 1974
- 113 min.
Maravillosa. El clima constate gracias al jazz. Los tiempos muertos. Acompañar a una persona con una vida muy poco interesante y que se dedica a escuchar la vida de otras personas. Un personaje protagonista magnífico. Ese vestuario constante, idéntico siempre, con aires de decadencia. ¡Qué aspecto lastimero da ese chubasquero! Ni siquiera tiene el buen gusto de quitárselo antes de ponerse a mirar la habitación de hotel en la que se aloja. Todo en una ciudad grande que siempre ayuda a construir un personaje solitario.
Me encanta lo cinematográfico que se vuelve el espacio diáfano que precede a la jaula de su estudio. Es un lugar con columnas finas. Entre las que puede correr una moto. Entre el jazz que se oye y la pareja bailando es una atmósfera onírica. Me vuelve loco el plano en el que está a punto de ligar con una mujer. A su cristianismo no parece importarle ni siquiera que ella no esté divorciada. Él está apoyado solo contra una de esas columnas. Es un personaje que ni siquiera su aura misteriosa le puede convertir en atractivo. Pero el plano revela gran soledad. Con un neón azul tras de sí… Me encanta.
La escena en la que mezcla las grabaciones es maravillosa. No tiene miedo a insistir en una frase, repetir todo lo que sea necesario. Quiere que conozcamos la conversación tan bien como el protagonista. Exprimir hasta obtener la última frase. Incluso la escena de la grabación, ese gran plano (en cuanto a duración y amplitud de la imagen) que se va acercando a los individuos que nos interesan.
Aunque el trato con sus clientes es también muy interesante, lo que más me ha gustado es su obsesión. Sus dilemas. Y su locura al escuchar lo que ocurre en la habitación de al lado del hotel. Me encanta cómo culmina esta escena. Esta forma de mostrarnos hechos desde la perspectiva de alguien que obviamente no se aleja de la paranoia. Se nos cuenta el asesinato que ocurre en la habitación de al lado con una indefinición que no descarta que todo sea una construcción de su mente. Me gusta mucho el diseño sonoro del momento en el que finalmente ve la sangre en la mampara de cristal que separa ambos balcones. Un sonido estridente, punzante. Una materialización sonora sorprendentemente precisa de lo que es la ansiedad sobrevenida.
Por supuesto, la máxima expresión de su personalidad: la última escena. Resulta casi desgarrador ver cómo alguien transgrede todo lo que le conforma por su obsesión. Hemos tenido varios planos muy caóticos, de destrucción absoluta de su apartamento. Cuando por fin lo único que le queda por romper es la figura de una virgen el plano se sostiene y tenemos unos segundos de silencio antes de golpear la figura con violencia.
Tremendo el momento que una mujer está dispuesta a pasar la noche con él. Pero él se enfrasca en su trabajo, negando al resto del mundo. Despreciando a esa mujer que se le acerca casi doliente por verle así.
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