lunes, 13 de diciembre de 2021

ÚLTIMA NOCHE EN EL SOHO

Dir.: Edgar Wright
2021
118 min.

Temáticamente es de rabiosa actualidad. La misandria que provocan los traumas sexuales. Pero en forma nos recuerda a esa pléyade de películas alrededor de enfermedades mentales y juegos con la realidad y ficción. Películas como “Una mente maravillosa” y que yo pensaba que no tendríamos que ver más después de “Joker”. Quizás esta fuera la nota femenina que le faltaba a ese subgénero. Pero ni siquiera, porque ya existía “Perfect blue”.

El argumento empieza con un drama en la facultad. La protagonista tiene una bienvenida que podría pertenecer a cualquier película para preadolescentes de Disney. Por suerte esto se olvida relativamente rápido. Tiene por supuesto a un amigo inseparable a quien acaba de conocer. No sé si me termino de creer que haya un estudiante de diseño no gay. El caso es que este chico le sirve a la película para las posibles protestas diciendo que no todos los hombres son violadores. Se añade un hombre positivo y ya se han guardado las espaldas.

Me gusta que la película ataque a la nostalgia. Mostrando la sordidez de un mundo que la protagonista ve idílico y muy brillante: el Londres de los 60. Yo habría disfrutado más que el blanco de las críticas hubieran sido los incansables 80. Lo que es cierto es que la chica de los años 60 que nos presentan llega a una situación de explotación sexual de una forma un poco inexplicable. Su sueño era actuar. Es una mujer con muchísima personalidad. Sólo con llegar a los locales seduce a todo el mundo. ¿Cómo se le va de madre tan rápido la situación? La vemos una vez comerse la escena, comerse la pantalla, bailar, la cámara la quiere, los personajes antes de mostrar su faceta sórdida la quieren… Y de repente está sumergida hasta las rodillas en los bajos fondos de Londres.

Creo que esto de hecho explica la mayúscula decepción que provoca esta actriz. Esos ojos enormes que hacen que toda la atención esté posada en ella no le sirven para nada. Toda la actuación que tiene, la desarrolla en la primera escena. Por lo demás se dedica a aparecerse. No vuelve a actuar nunca más. Ni la actriz ni el personaje. Me parece muy paradigmático que la cámara dedique el clímax de la película a grabar cómo su retrato se envuelve en llamas, un poco como si fuera Laura Palmer. Porque eso es justo lo que es ese personaje, una belleza cuya misión es estar ahí mientras su mundo arde. Belleza que, por otro lado y de manera totalmente personal, se ve eclipsada totalmente por la otra protagonista.

Los puteros zombis. Dan mucho miedo. Es cierto que es un recurso que se sobreexplota, que se hace de manera burda, pero funciona. Dan miedo y la cámara no vacila a la hora de enseñárnoslos más y más cerca. Por ejemplo cuando la chica ya ha amanecido ahí no tiene sentido que nos vuelvan a asustar, en principio ahí no toca que haya más apariciones. Las hay, y nos asustamos. Todo el delirio final viene intensificado por el maquillaje de la fiesta de Halloween que ella no ha sido capaz de quitarse y le ennegrece los ojos.

La película se explica muchísimo a sí misma. ¿Os dieron drogas anoche? Y nos repiten el plano de la bebida que le da su archienemiga… El juego del proxeneta y el policía… Hay cosas de las que ya nos hemos enterado… Quizás casi lo que más ofende es cuando la anciana explica que borró las caras de los clientes del club nocturno. Hemos visto eso explícitamente y quedaba mucho más poderoso cuando las distintas imágenes se fundían en un borrón. Hay un juego con las caras muy interesante. Casi se diría que está en la película para apaciguar a las masas feministas revolucionarias violentas. Cuando la protagonista ha visto las degradaciones que la chica de los 60 tuvo que sufrir está a punto de declararse a favor del asesinato de los puteros. En ese momento los zombis vuelven a tener cara y es lo que le hace a ella retractarse.


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