viernes, 5 de mayo de 2023

20.000 ESPECIES DE ABEJAS

Dir.: Estibaliz Urresola Solaguren
2023
129 min.

Es una maravilla. El tema de la transexualidad está tratado con complejidad. Los personajes tienen todos posiciones muy razonables. Poco estereotipados. Las situaciones difíciles a las que se enfrenta no están diseñadas para hacerle la vida más dramática, sino que son el reflejo de problemas reales a los que una persona con disforia de género puede enfrentarse.

Todo ello con unas interpretaciones de un realismo inaudito. La interpretación de Sofía Otero es profunda a unos niveles inesperados. La naturalidad con la que salen las palabras es enorme. Su capacidad para los cambios de emociones es asombrosa. No estoy diciendo que sea una genial interpretación infantil, la estoy valorando en términos absolutos. Sus líneas encuentran las réplicas de Patricia López Arnaiz con un diseño del personaje de un realismo radical. Un personaje que no oculta su edad, su cansancio. Que sonríe a sus hijos y bajo cuyos ojos podemos percibir su preocupación por no ser una buena madre. Es tal el grado de perfección interpretativo que al ver, por ejemplo a Eneko, un papel correcto, pero sin esa realidad tan infrecuente, parece por contraste una mala interpretación. Algo parecido ocurre con Gorka, el padre. Este hombre ha estado ausente casi toda la película. Cuando le vemos aparecer, con ideas distintas a las planteadas, ajeno a lo que ha ocurrido durante toda la trama y con un menos radical estilo interpretativo, parece un personaje que no termina de empastar con la película.

Tales interpretaciones, tanto sufrimiento, tanto amor y tanta complejidad en las situaciones nos dan muchas escenas en las que la lágrima está al acecho. Hemos empatizado tanto con los personajes que tan sólo ver la inmensa felicidad de Lucía al verse en el espejo, vestida con vestido blanco, con falda y un lazo rosa nos desarma por completo. Esa niña es feliz con un acto rabiosamente sencillo. Es un momento que comparten madre e hija con una alegría íntima total. Todas las cosas que no entiende. Esa frase desesperada en la que dice: ¿Por qué tú sí puedes saber lo que eres? Cuando se enfada con su madre por haberla llamado Aitor. Cuando estando con su esotérica tía-abuela habla de sí misma por primera vez en femenino. La madre tratando de hacer comprender al padre la situación y diciendo con voz quebrada que ha traído por primera vez a una amiga a casa, ahora que su amiga la reconoce como femenina. La felicidad y naturalidad con la que en un panal se identifica con la reina

Tal es el grado de implicación, que incluso me trago la última escena, a pesar de ser la menos orgánica, la que está más preparada, la más teleológica. Todos los invitados al bautizo gritan por los montes Aitor. Primero su hermano Eneko y después su madre empezarán a gritar Lucía. Desde que empieza la escena podemos prever este momento. A pesar de verle las costuras, conserva toda su carga emotiva. Lo que quizás ya resulta demasiado místico es cuando tiene su bautizo simbólico ante las colmenas de abejas. Se nos ha contado antes que cada vez que alguien nacía o moría, sus antepasados iban a las colmenas a informar a las abejas. De esta manera se pone el punto y aparte en la vida de nuestro protagonista. Lo que sí me parece interesante es que se pone distancia con la idea de la muerte en el proceso de transición. A las abejas les explica que nace Lucía, no que muera Aitor.

La película tiene también un aura propia de su tiempo. Me refiero a ese amor por lo rural. Esa idea de volver a las raíces. Mucha relación intrafamiliar… Mucho niño corriendo por el bosque. Hijas que echan en cara a sus madres la relación que tuvieran hace décadas… Tienen una conversación enfrentando dos visiones, una conservadora y otra más progresista; en la que además la parte conservadora está colocada en un lugar e carga negativa por no apoyar la carrera artística de su hija… No liga bien con el resto de la película.

Me gusta una idea que se menciona, pero no se desarrolla. Se hace una crítica al hombre artista. Y, sobre todo, se reivindica a la mujer del artista, que pone la infraestructura necesaria para que el autor de la obra pueda tener reconocimiento. Así, la mujer es quien lleva una innumerable lista de tareas posible para que marche la empresa del escultor. Además se juzga duramente al hombre que, en ese ambiente conservador, poseía entre sus documentos fotos de sus modelos desnudas, lo que generaba habladurías en el pueblo manchando la imagen de su mujer.


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