viernes, 22 de noviembre de 2019

EL REINO

Dir.: Rodrigo Sorogoyen
2018
131 min.

La película rezuma tensión por todas partes. La cámara nunca está del todo quieta. Los silencios brillan por su ausencia, la música electrónica y rápida no calla nunca. El formato es muy alargado de manera que los zooms a la cara quedan muy constreñidos. Los diálogos son muy picados, aún más que el montaje. El ceño de Antonio de la Torre no se relaja nunca. Entendemos que esto trata de reflejar el trabajo de alguien lleno de contactos, con citas por todo el país y muchos asuntos de los que ocuparse. Sin embargo esta tensión es constante, no puede ser que siempre vaya tan al límite. Pierde su efecto.

La película se despacha a gusto con la clase política hipócrita, mentirosa, inmoral y ladrona. Por el aspecto de los protagonistas es fácil hacer la comparativa con el Partido Popular aunque nunca se menciona nada acerca de su ideología, supongo que aposta. Es incluso fácil encontrar el homólogo real Francisco Reyes, un político que entra nuevo al partido con ilusión renovadora y dar una imagen de política limpia. El protagonista vive en una ciudad con mar sin más especificaciones, pero es difícil no pensar automáticamente en Valencia.

No busca en absoluto empatizar con el protagonista. Se quiere hacer pagar por lo que ha hecho a su protagonista con toda la rabia que los políticos reales nos insuflan. Le ocurre de todo a su alrededor y sus seres queridos se apartan de él poco a poco. Esto da a la película un posicionamiento clarísimo en todo lo que ocurre, ¿nos molesta? ¡Claro que no! El espectador da rienda suelta a sus instintos más vengativos y sonríe con todo lo que ocurre.

En este sentido resulta un poco extraño el final. Cuando el tipo decide revelar toda la información del partido. Todo el mundo está en contra suya y debe hacer un papel heroico. Es difícil ponerse de su lado cuando nos hemos alegrado de verle caer a los infiernos de la inmoralidad. Ya en el plató de televisión de una pseudo Ana Pastor se da un discurso acerca de intereses económicos y el papel de las televisiones. En un final donde ya no hay música y la cámara es estática no tenemos a un político y a una periodista: son dos personas hablando. La pregunta que realiza ella es que si se arrepiente de lo que ha hecho. Esta es una frase con un buenismo insoportable. ¿Por qué íbamos nosotros a querer saber nada acerca de la vida personal de nuestros políticos? Dudo que esta sea la preocupación de nadie realmente. Quizás dé demasiada importancia a esta disidencia mía con el mensaje de la película, pero es que se lo reserva para el mensaje final.

Las actuaciones son muy buenas y aún mejores son los diálogos. Son enormemente creíbles, muy casuales. Es maravilloso cómo construyen ese clima donde todo el mundo se convence mutuamente de que esa mafia es algo normal y que lo hacen por sus familias. El contrapeso a este ambiente es la tranquilidad de Josep Maria Pou en el papel de Frías. La escena donde más asco sentimos por esta gente es la del yate.

Aunque todo el mundo está estupendo quien llama la atención es Luis Zahera. Por el ritmo de la peli pocas veces lo vemos actuar en una escena donde se pueda explayar. En la que sí lo hace es en la escena famosa del balcón donde muchos dicen que sobreactúa. Es una escena muy histriónica que contrasta con todo lo que hemos visto antes de él, creo que está muy bien pero no creo que sea su mejor momento.


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