viernes, 17 de abril de 2020

LA ESCOPETA NACIONAL

Dir.: Luis García Berlanga
1978
95 min.

La película es como un aire que se ha contenido durante muchos años de franquismo y que, nada más llegar la democracia, se suelta. Es remover los lodos de la política y economía y decir cosas que durante mucho tiempo no se podían. Hoy tenemos muy claro que las decisiones políticas y económicas son, en general, tóxicas. Quien se escandalice por la falsedad de quien busca beneficios económicos, es un ciego.

Es este sentido la película pierde un poco de vigor. Pero las actuaciones salvan mucho la película. Saza tiene un acentazo catalán que, aunque exagerado, crea un personaje muy característico. Es cierto que hay algo en este personaje que no nos acaba de convencer. Es un catalán que se sorprende de ver cómo trabaja el régimen y todos los chanchullos. No me creo que estos asuntos de política fueran algo propio del centro del régimen, algo sólo de Madrid.

A nivel de crítica política sí es muy bonito ver cómo los políticos enormemente fieles al régimen caen de forma caprichosa y sin poder hacer nada. Pareciera que el antagonista de la película fuera el gobierno franquista. Pero esto no es así, el antagonista es el propio sistema. Dejando contentos solo a quienes están al mando. En particular de Franco, inamovible. En este sentido va el cartel final: “Ni fueron felices ni comieron perdices y así será mientras haya ministros y administrados”. Así la crítica no se queda sólo en la corrupción franquista, sino en general a toda la clase política.

El tinte patriarcal de la película es absoluto. Las mujeres son prácticamente propiedad de los hombres, ni siquiera de los maridos. Son ellos quienes tienen que conceder que personas de poder las tomen a cambio de favores. Las mujeres son personas de absoluta ligereza que incitan a los hombres a tener vicios. Por supuesto hablamos de las mujeres que no pertenecen al servicio. En el servicio son indistinguibles de los hombres, ya que el servicio es pura lealtad.

La familia de marqueses es absolutamente caricaturesca y casi siempre repugnante. Incluso el protagonista, quien no es ni político ni noble, tiene una actitud absolutamente interesada. Pero, como todos están a pedir los favores de los marqueses, son quienes se permiten más atropellos a la moral cristiana que dictan a todo el resto de España. En este sentido el momento más escandaloso es el marqués que colecciona pelo púbico con total degeneración.

Todo lo demás que se puede añadir es el contraste entre la moral que se promueve y la que se practica. En mi opinión, hasta la saciedad del público. Supongo que era algo de lo que se quería hablar desde hacía tiempo y no se permitía. Este tema hoy en día se sigue usando como tópico de la derecha. Supongo que es algo heredado de la cúpula franquista. No sé si hoy en día es algo que se sigue dando. No tanto porque las personas sean más correctas moralmente sino porque la sociedad en general es menos católica.

El asunto de los famosos planos secuencia de Berlanga funciona muy bien. No tanto porque sea un gran lucimiento sino porque lo que muestra son muchísimos asuntos moviéndose a la vez. Para conseguir este entrelazamiento hace que los personajes y su sonido entren y salgan de cuadro de forma muy orgánica. Quizás sea una de las veces que mejor se usa el plano secuencia. Como su causa es práctica, no hay miedo a romperlo si es para favorecer la narrativa. Si hay algo que ocurre fuera de una estancia, no tiene sentido llevar la cámara volando como haría un director con ganas de alardear.

Es cierto que en los exteriores el sonido no es todo lo bueno que pudiera. Para la época, el color está mucho más cuidado que en producciones americanas con mis odiados tonos marrones.

Obligatorio mencionar los títulos de crédito iniciales. Están impresionados sobre una vista elevada de la casa de los marqueses. Sonido de campo. Según van a apareciendo nombres en pantalla suenan balidos de oveja. Cuantos más son los nombres, más ovejas suenan. ¿Lo curioso? No aparece ni una sola oveja en la película.


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