viernes, 10 de abril de 2020

PLÁCIDO

Dir.: Luis García Berlanga
1961
85 min.

En ningún momento de la película podemos dejar de asombrarnos al caer en la cuenta de que pasó una censura y se estrenó en un régimen franquista. La película ametralla por completo la moral cristiano-burguesa. Una sociedad que vive por las apariencias. Pagando por tener en su casa actrices del cine, que después tienen una acogida muy relativa en las casas. Penando por tener pobres y ancianos en Navidad. Una Navidad llena de villancicos siempre desafinados.

La película nos presenta a Plácido, un tipo trabajador y sus penurias para pagar una letra del motocarro con el que trabaja. Toda la película ese motocarro luce una estrella brillante y tremendamente irónica. Es un ataque tan evidente que, por ello se hace mágico. En muchos otros contextos nos parecería un recurso extremadamente fácil. Pero verla tan flagrante pasar ante la cara ciega del censor nos inunda la cara de alegría.

El mensaje más evidente es la contradicción entre una sociedad demasiado ocupada en aparentar que están ayudando mucho como para ayudar a un tipo que sólo tiene que llevar a tiempo el pago de un préstamo. No tiene un aspecto lo suficientemente pobre como para que interese.

Hay un cierto paralelismo entre esta película y “¡Jo, qué noche!”. Un tipo que lucha contra las adversidades. En este caso Plácido debe enfrentarse a una burocracia. Nunca consiguiendo pagar la letra de su motocarro a pesar de que todo el mundo a su alrededor parece estar por la labor de ayudarle. Además está el asunto de que las dos historias ocurren de noche, perdiendo la noción del tiempo y con la continua sensación que apremia.

Los pobres en esta película son invitados a cenar. Cenan en casa de gente pudiente. El dinero que les sobra y “por una vez al año” se da sin problema. En cuanto esta gente necesita cualquier otra cosa molestan. ¡Cualquier cosa! Incluso un entierro. La muerte de este anciano es terriblemente cruel. Además de que la sociedad biempensante no hace nada por salvarlo, lo llevan tapado en un carro, lo esconden como pueden en su propia casa, su viuda es una mujer tan necesitada que ni si quiera con ello pierde el apetito… Además de todo eso, la campaña es su asesina ya que ha tenido un ataque pulmonar al pasar la tarde de nochebuena al aire libre. El planteamiento es terrible.

El único momento en el que hay movilización en cuando se enteran de un hombre que va a morir sin estar casado con la mujer con la que vive. Sólo hay movilización para preservar la moral cristiana. En un momento de tanta alegría que resulta mucho más trágico. Todo lo que les preocupa de la muerte de este hombre es que vaya a fastidiar la campaña de Navidad. En este momento, mientras hay medios certificando su muerte, dos mujeres con un tono terriblemente divertido deciden rezar un rosario. Resulta fascinante que este comentario sobreviviera a la censura.

Las interpretaciones son muy buenas. Pero aún mejores son los intérpretes. Es cuando menos llamativo ver a los actores de José Luis Cuerda muchos años más jóvenes. Es precioso ver que no ha cambiado ni un ápice el estilo de Manuel Alexandre. Con esa cadencia tristísima en el tremolar de su voz. Esas ganas de trabajar y de desentenderse de todos los problemas que le vienen… Esa cojera que aumenta la lástima que provoca… Además es precioso ver algo casi contradictorio: a un joven Luis Ciges. Mucho más contenido de lo que veremos más adelante pero con una delgadez perfecta para interpretar a un pobre. Con una resignación propia de alguien que no le puede exigir nada a su realidad. Nada que decir del maestrísimo José Luis López Vázquez. Por otro lado está el cuerpo notarial. Con actores que no conozco pero que encarnan perfectamente la frialdad de la burocracia.

Estilísticamente es una peli muy coral. Con siempre muchísimas personas en plano. Escenas muy movidas. Historias que se asoman ocasionalmente en la trama principal. A nivel de guión es perfecta. Cada personaje con sus propias fijaciones y actuando de manera completamente consecuente. Es cierto que se produce un efecto muy curioso con escenas tan recargadas. Al tener un cuadro pequeño y un sonido pobre a la vez nos llega toda la información de la escena y tenemos la sensación de que nos estamos perdiendo mil detalles.

Aunque esté muy bien interpretada, toda la línea narrativa en la que se debe retransmitir el transcurso de la campaña me interesa muy poco. Es todo el rato un tipo intentando que todo tenga un aspecto idílico. Pero supongo que es algo a lo que estamos tan acostumbrados que es poco potente. Del mismo modo, no me interesa mucho el conflicto entre los modos de actuar de las actrices, los pobres, ancianos y sociedad burguesa.


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