viernes, 25 de febrero de 2022

AL FINAL DE LA ESCAPADA

Dir.: Jean-Luc Godard
1960
89 min.

Es una historia de amor entre un fugitivo y una americana que vive en Francia. No suena muy atractiva la premisa pero no hay un enamoramiento por la figura del fugitivo. No es un hombre al que le guste el crimen o que le guste el peligro. No hay romanticismo en su criminalidad. Simplemente no quiso estudiar y lo solucionó dedicándose a robar. No sabe vivir de otra forma. Si se quiere mover, roba un coche; si quiere dinero, lo roba. Ella ni siquiera considera que esté saliendo con nadie peligroso.

Formalmente parece bastante moderna a pesar de ser de los 60. Puede que a esto ayude que actualmente es frecuente ver películas en 4:3. En las escenas de diálogo los planos pasan a un ritmo alucinante. El audio prácticamente es independiente de lo que vemos en pantalla. Los saltos en un mismo plano son frecuentísimos. Esto ocurre bastante parecido en “Dos o tres cosas que yo sé de ella”, sin embargo ahí no funcionaba y en esta ocasión viene perfecto. En la escena de más de 20 minutos en la cama de los dos pasando una mañana tiene mucho sentido porque está reflejando una situación. Es algo que dura toda la mañana. Mires cuando mires vas a encontrar lo mismo. Dando estos saltos de plano no sabes si has asistido a 20 minutos o a toda una mañana. Sin embargo en los diálogos más narrativos donde la línea temporal es importante, también funciona este recurso.

Los diálogos entre la pareja son magistrales. La figura de ella es un personaje muy curioso. La primera impresión que obtenemos de ella es como un personaje delicado que se va a dejar seducir por el hombre criminal y peligroso. Pero él está perdidamente enamorado y cuando quiere imponerse a ella, es absolutamente incapaz. Ella lo sabe y aprovecha esa ventaja. Una gran relación. A él no se le respeta en absoluto, se repite muchísimo el plano de él tocándose el labio como Humphrey Bogart de forma patética.

Sus diálogos son una maravilla. Son ingeniosos a cada frase. ¡Cuidado! Ingenioso es el diálogo. Él de hecho ni siquiera tiene muy claro qué contestar. Su enamoramiento por la americana lo desarma por completo. Sabe que se quiere acostar con ella y es lo que repite continuamente. Pero en sus acciones vemos una obsesión y una admiración real. Es su torpeza lo que le lleva a expresar todo su sentimiento con el sexo.

Las tres grandes escenas de diálogo son la venta de periódicos en los Campos Elíseos, cuando él pide dinero a una amiga suya y la mítica escena de la cama. Siempre es alguien torpe, de manos inquietas, impulsivo. Así tenemos ese momento en el que hace parar el taxi en el que va y levanta la falda a una chica cualquiera por la calle. También este mítico plano suyo con las gafas de sol a las que les falta un cristal. Esa forma de esconder los ojos entre la visera de su sombrero y las gafas…

La película retrata a la americana con una hermosura infinita. Es imposible no enamorarse de ella. Ese pelo corto, ojos claros, cuello largo. Esa seguridad. Esa coquetería peinándose las cejas. También la vemos en una entrevista a un intelectual que responde a preguntas pseudofilosóficas reflexiones vacías. Algo muy propio de su década.


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