viernes, 1 de abril de 2022

MUERTE DE UN CICLISTA

Dir.: Juan Antonio Bardem
1955
84 min.

Lo que la película combate con fuerza es el individualismo. Dos personas de clase acomodada atropellan por accidente a un ciclista de clase obrera. No avisan a nadie ni le prestan ayuda porque ella está casada. Es decir, ella teme que ayudar a una persona la condene a perder las comodidades que su rico marido le proporciona.

Aparte del juego casi policiaco, la película es muy reivindicativa. Es muy rebelde. Por ejemplo se posiciona claramente a favor de las protestas de estudiantes. Lo hace por considerarlas representativas de la generosidad de una generación frente al egoísmo que caracteriza al mundo acomodado al que Juan pertenece. El acto que adquiere protagonismo en este sentido es un vidrio roto en la ventana de su despacho. De esta escena es interesante la actitud del miembro del gobierno, que asiste a la Universidad a paliar las protestas. Le da igual por qué protesten, le da igual qué haya hecho mal la Universidad, no apela nunca a valores nacionales. Su misión es el orden público y acude a la Universidad a obligar a sus altos cargos a que palien la revuelta.

Hay un contraste entre baja y alta sociedad que no es tal. Un crítico de arte que recibe la simpatía de los ricos amenaza a los protagonistas con contar un gran secreto. Aquí hay un juego muy poco interesante acerca de que ellos (sobre todo ella) consideran más grave que se sepa la infidelidad que el asesinato. El caso es que él nos quiere convencer de que es un miembro de baja clase que está involucrado en ese mundo y disfruta olismeando en la miseria. Aceptamos que no sea rico, pero nos cuesta mucho empatizar con él. Téngase en cuenta que al principio de la película se ha dejado morir a un obrero. Por lo que sabemos de este personaje, apenas hace otra cosa que tocar el piano y hablar con todo el mundo.

A pesar de que el personaje por tanto no nos cause mucha simpatía sí nos deja una magnífica actuación. Sin ser igual de perturbador, sí hace las veces del hombre misterioso de “Carretera perdida”. Las grandes ojeras en la cara y su actuación ligeramente amanerada, aunque a ratos recuerde a personajes del cine negro americano, son muy hipnóticas. Su punto culminante es en un tablao flamenco. Las palmas, la guitarra y los gritos saturan el sonido mientras él revela al hombre rico todo lo que tiene que decir.

El último posicionamiento popular de la película es cuando un Manuel Alexandre en un brevísimo papel sí presta ayuda a la mujer cuando tiene un accidente en la carretera al cruzarse con él. De esta forma, aunque ella parece bastante muerta, se nos muestra la superioridad moral de las clases humildes. Bueno, este contraste es bastante injusto ya que él no ha sido el responsable del accidente mientras que ellos sí. Él, que sepamos, no tiene nada que perder al avisar a la policía.

Las dos actuaciones protagonistas son bastante buenas. En particular todos los personajes tienen una cadencia muy cómoda de escuchar y no siempre frecuente en el cine español. La mujer, interpretada por Lucía Bosé, está todo el rato guapísima.


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