viernes, 16 de diciembre de 2022

MAD GOD

Dir.: Phil Tippett
2021
83 min.

La película destila trabajo por todas partes. Así no nos sorprende leer en los créditos finales que ha sido realizada en California entre los años 1987 y 2020. Todo el rato el trabajo es abundantísimo. Cada escenario esta repleto de elementos. Muchos elementos y moviéndose con bastante precisión. Y si es sorprendente la riqueza de los escenarios, el asombro es mayor al recordar la cantidad inmensa de escenarios por los que pasamos.

La película se inicia con una torre de Babel sobre la que caen unos rayos significando la ira de Dios. Aquí ya vemos algo que se mantendrá en todos los dioramas: una iluminación muy precisa. Con ello me refiero a que los rayos iluminan la torre justo como lo harían. El siguiente momento en el que nos asombramos de este trabajo es cuando el ser protagonista lleva una linterna. El escenario es oscurísimo pero toda la luz parece provenir de esta bombilla.

Este es un ejemplo de un efecto que experimentamos varias veces: no entendemos las escalas de la película. Con ello me refiero a que no sabemos la relación de tamaño que tienen los personajes entre ellos y con relación al escenario. Pero además no entendemos el tamaño que tienen en la vida real. Hay unos planos que ayudan a aumentar el extrañamiento: los primeros planos de manos y pies. Éstos están grabados con manos y pies reales, pero como están totalmente cubiertos por la goma de los guantes y las botas no lo percibimos como ajeno a ese mundo. La cuestión es que nunca sabemos muy bien qué tamaño tiene nada. Si nos figurábamos a este ser como alguien pequeño, le vemos aplastar a unos gnomos.

En el terreno distópico pareciera que busca recoger un poco de todo. Es un mundo dictatorial, con un industrialismo propio de las distopías comunistas a la vez que violento como una anarquía. Los individuos de lo que podemos considerar como masa obrera tienen el aspecto de la escultura del caminante de Giacometti. Estos seres son mucho más enclenques que aquél. Hay pantallas que recuerdan a la esfera de “12 monos (1995)”. Las gafas circulares del protagonista parecen sacadas de “La jetée”. Hay incluso estructuras que escupen fuego como lo hacen los edificios de “Blade Runner”. Las calaveras en lo alto de palos verticales parecen la zona más fría de “Mad Max: furia en la carretera” y los altavoces que gritan como bebés recuerdan a los sonidos mecánicos de “Tiempos modernos”.

Creo que la película parece presentar una idea, una justificación del título que más adelante sustituirá por otra más interesante. Se nos enseñan unos cuantos versos del Levítico en la que Dios promete a la humanidad una serie de castigos. Alguien que podríamos considerar un benefactor del mundo envía a nuestro protagonista a algún lugar con alguna misión. Lo que este hombre de uñas largísimas ve antes de hacer descender la cápsula es un mundo violento, con esclavitud. Una masa de gente que grita como lo hace el pueblo en “La batalla de Argel”. Podemos interpretarlo como un mesías. Pero el paralelismo con el catolicismo se complica ya que la sala desde donde baja la cápsula está repleta de copias de este individuo. Ahí hace aguas lo de su único hijo.

El caso es que de este enviado se extrae un bebé ensangrentado, que llora mucho. Esta operación quirúrgica llena de sangre está rodada con una película llena de ruido. Es una escena muy nerviosa. Por su parecido a un artrópodo es difícil no acordarse del bebé de “Cabeza borradora”. El caso es que este bicho se le entrega a otra especie de deidad, con máscara carnavalesca de la peste negra. Él lo exprimirá y de su esencia creará un mundo nuevo: el nuestro. Aquí entramos en un caldo primigenio muy psicodélico y que yo creo que dialoga con las luces coloridas de “2001: una odisea del espacio”. La cuestión es que este mundo caerá en la anarquía y la autodestrucción. Y creo que esta es la tesis de la película: la locura de Dios es haber creado una vida inteligente sabiendo que está abocada a la destrucción. La idea del progreso condensada en unos monolitos recién extraídos de “2001…” golpeará directamente a la cámara poco antes de que la película termine.

Ahora señalaré algunas de las imágenes que me han parecido sorprendentes. Creo que la que más estimulante me ha parecido es una muñeca antigua. Tétrica siempre que aparece en ambientes de este estilo. En esta ocasión está cubierta de purpurina y se está masturbando. Esta imagen aparece en una especie de sala en la que hay un mono encadenado. Hay un gusto por los ojos salidos de sus cuencas. Cuando se está perpetrando la operación al ser vendado, casi como “Johnny cogió su fusil”, lo único que se mueve de él es un ojo ensangrentado y con movimientos nerviosos.


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