viernes, 23 de diciembre de 2022

QUÉ BELLO ES VIVIR

Dir.: Frank Capra
1946
130 min.

El mensaje central de la película es una sacralización de la vida. Todo lo demás es una apología del individualismo estadounidense. Por algún motivo el tono de la película es festivo cuando lo que muestra es absolutamente trágico. Es terrorífico que la voracidad del capitalismo tenga como único obstáculo el trabajo de una única persona.

Quizás el punto más bochornoso del individualismo sea cuando se habla del ejército. En el mundo real el hermano del protagonista ha realizado una hazaña heroica en la Segunda Guerra Mundial. Se le montará un recibimiento en el pueblo festivo. Cuando en el mundo simulado él no va a la Guerra, triunfa un ataque de la aviación enemiga causando la muerte de los pasajeros de varios barcos aliados. Pensar que es el soldado el responsable del éxito de la operación y no de los estrategas militares es de un idealismo atroz. Revela que se creen toda la parafernalia del heroísmo que le montan.

Por otro lado, el triunfo de la avaricia del señor Potter lo que provoca en la ciudad es la proliferación de bares y clubes nocturnos. Es decir: la caída de la moralidad biempensante americana. Se muestra una degradación moral. Es un sistema de valores tremendamente frágil. En época la película era simplemente inconsciente, hoy es casi recochineo.

Aunque la mayor cantidad de película es una biografía del protagonista, la última media hora se lleva todo el peso. Es la parte más potente argumentalmente, pero también la que está más llena de cosas que hemos visto, probablemente por emulación de esta obra. Lo que vemos todo el rato y odiamos es al tipo sin aceptar el hecho sobrenatural. Es insoportable. El juego es clarísimo desde el principio: el mundo si él no hubiera nacido. Tarda muchísimo en descubrirlo. Es legítimo que se nos quiera mostrar cómo ha acabado cada personaje, es terrible tener que tragarse cada vez cómo se sorprende de que los personajes no le reconozcan.

Sí me gusta la idea de que si nadie sabe que él existe, no puede tener identidad. Es apenas un comentario que le hace el ángel, pero es una idea interesante.

De la primera parte me gusta el ambiente festivo. Me gusta la noche en la que ligan los dos protagonistas. Esa alegría con la que caminan por las calles es gloriosa, sobre todo por sus maravillosas interpretaciones. No me gusta tanto de esa historia de amor la idea de que están enamorados desde niños. Es repelente. Hay que decir que no tan repelente como la camada de niños que tendrán. El uno escribiendo una obra de teatro para la que necesita saber deletrear las palabras ‘aleluya’ e ‘incienso’; la otra ensayando villancicos al piano, la otra niña dando de deber a una flor… Son una familia terrorífica.

Es muy interesante la fuerte propuesta de que los narradores sean nebulosas. Es más aburrido que representen ángeles. Pero ese plano inicial surcando el cielo estrellado por el que se cruza una bola grotesca que representa sabe Dios qué astro recuerda mucho al inicio de “Cabeza borradora”. También con este tono galáctico tenemos las escenas en las que se revela la situación misteriosa en la que nadie sabe que existe. Ahí la música es casi de película de ciencia ficción.


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