viernes, 31 de marzo de 2023

EL PORTERO DE NOCHE

Dir.: Liliana Cavani
1974
115 min.

De ritmo muy pesado. La mayoría de las escenas son enormemente desnudas. Casi nunca hay música. La sensación es parecida a la de “El crack”. Por algún motivo difícil de concretar le falta fuerza a todo lo que se cuenta. Tanto es así que yo tardé varios minutos en saber cuál era la historia que se nos estaba contando. Parecía tener la misma relevancia unos planos en los que se habla con figurantes que la presentación de la chica y que las analepsis en la que el portero con el uniforme nazi graba intimidatoriamente a sus prisioneros judíos.

Quizás esta frialdad hace que las dos escenas de baile, al comparar, tengan ese peso en la película. La primera de ellas es mucho más enérgica. Un bailarín clásico con la cara palidísima, pelo muy pegado a la cabeza salta entre soldados nazis. Es un personaje muy amanerado. Resulta llamativo ver a alguien así entre las filas del Tercer Reich. Esta característica no le impedirá ser igual de implacable que los otros nazis que aparecen.

La otra escena de baile es la archiconocida. Es una escena rarísima. Para empezar porque tiene música. Esto ya hace que sea radicalmente distinta al resto. Pero es que el público sentado en mesas pequeñas, en una especie de fiesta de carnaval o año nuevo provoca un ambiente onírico. Mismamente lo primero que vemos de esta escena es un músico que lleva una máscara. De un único color. Da una ambientación etérea. La música es lenta. La letra es en alemán, en el caso de la versión que yo vi además era alemán sin subtitular por lo que el extrañamiento era mayor. Hay incluso un alemán que lleva una gorguera fácilmente identificable como disfraz. La escena termina con sus dos brazos perfectamente perfilados por los guantes negros. Codos hacia el exterior de su cuerpo. Mirada sentida. Sus manos cubriendo sus pechos. Son unos movimientos no del todo habituales en un baile erótico. Movimientos mucho más sentimentales y menos explícitos de lo que uno pudiera esperar. La imagen es altamente erótica, pero su expresión corporal parece más profunda.

Entiendo el elemento de pastiche que tiene un baile erótico con motivos nazis. Si hubiera que seleccionar un fotograma para representar lo rompedor de la película sería aquel en el que ella con el pecho desnudo hace un erótico saludo romano. Por supuesto está toda la reflexión acerca de decidir hablar del nazismo sin un asomo de conciencia política. Lo único que interesa es que ella haya tenido que someterse a él. Hasta donde sé de racismo un nazi debería evitar en lo posible todo acercamiento a una mujer judía. Pero yo diría que todo esto se obvia, no se reflexiona al respecto y se acepta el nazismo como cliché de autoritarismo férreo. Igual cuando ella se muda a casa del portero y abre el armario ahí está la esvástica en su antiguo uniforme. Esta imagen es meramente evocadora de su relación pasada.

No sé si hay esta intención en la directora, pero desde luego es muy chocante para el espectador que acude a esta película atraído por la imagen del torso desnudo con los tirantes el hecho de que esa misma mujer que uno espera ver erotizada aparezca antes con una durísima humillación del nazismo. A los muy pocos minutos de película aparece la maquinaria nazi haciendo censos de judíos, en una habitación friísima con todos ellos desnudos. Es un golpe a la libido del que difícilmente nos recuperaremos antes de que acabe la película.

Las últimas escenas de desesperación en las que ya no queda comida en casa y no pueden salir a comprar son muy llamativas. Pero ocurre lo que criticaba antes. Que no tienen mucha fuerza. Las actuaciones no son particularmente memorables y lo que más nos convence de su desesperación es la palidez de ambos rostros y su delgadez, sobre todo la de él. Pero me gusta el clima de violencia que se establece entre ambos. Es brutal. Quiero decir, ya que se nos hace aceptar que una judía se enamora de un nazi, me gusta que la relación que se muestra es cruda, es dura, es violenta, es enferma. En definitiva: inexplicable.

Me gusta mucho que todos los nazis que viven en las sombras, matando a quien pueda dar un testimonio que les haga enfrentarse a un juzgado de la Europa posbélica, sean unos convencidos del nazismo. Se sienten orgullosos de haber servido al Tercer Reich. Es de un pastiche absoluto, y creo que por eso me gusta, el tipo delgado con un eterno monóculo y cicatriz en la boca. Es alucinante la naturalidad con la que aparece ese hombre. Como si el espectador tuviera que aceptar esta estética tan fuera de lugar.

El final tiene una cosa maravillosa. Salen del hotel en el que viven recluidos. Si saben lo infalibles y sanguinarios que son sus compañeros no creo que albergaran ninguna esperanza de sobrevivir. Mi sospecha es que se produce esa persecución en coche para que la acción pueda situarse en mitad de la nada. El caso es que acaba más o menos como sospechábamos: disparos los dos muertos. Drama. Bien. Pues los créditos entran sin ninguna solución de continuidad. Con un color de fondo mucho más luminoso que el final de la película. Con una música ligera. Casi un desprecio a la misma historia que se nos narraba. Sería lo típico que Albert Serra alabaría.


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