viernes, 9 de junio de 2023

UNO, DOS, TRES

Dir.: Billy Wilder
1961
108 min.

Una de las mejores comedias que existen. Es rápida. Las interpretaciones son magníficas. Tiene una cuidada progresión. El guion es sencillo y verosímil. Parodia todo lo que se le pone por delante. Narra sin perder el tiempo en discursos.

No hay nada malo que decir de esta película. El protagonista es magnífico. Un americano haciendo las veces de Hitler en la Alemania capitalista. Con todas las ambiciones de un empresario y toda la decencia de un americano burgués. Tiene ideas claras y toda la última parte de la peli es una suerte de ejército del comercio a sus pies. El tipo dirige todo y nadie cuestiona su poder en ese mundo. Por supuesto los alemanes le tratan como a un general nazi: han sido muchos años de adiestramiento. Su secretario es magnífico. Tan erguido, tanto tacón, tan militar… Tiene un ejercicio de expresión corporal único. Su silueta mostrando pleitesía al tío Sam de un reloj de cuco es enormemente expresiva.

La hija del directivo enamorada de los ideales comunistas sin querer perder todos los privilegios del capitalismo es maravillosa. La clave es que sea una apuesta tan clara. Es un personaje enormemente consistente.

Por supuesto la película está posicionada claramente a favor del capitalismo. Sin embargo no blanquea en absoluto la actitud imperialista de Estados Unidos al tomar Berlín este. Claramente Coca-Cola es un imperio y así lo demuestra el mapa bélico que preside el despacho del protagonista. Por otro lado, se muestra que los ideales que el comunismo promete son los mismos que el capitalismo promete. Se muestra que el dinero, en nobleza, comunistas o donde sea, todo lo compra. Para ser capitalista no hay más que disfrazarse. Y por supuesto es un disfraz que cuesta dinero y así se lo reclama el protagonista al recién creado noble.

Por último hay una crítica al sueño americano. El tipo, aunque ha trabajado todo lo que ha podido en su empresa, aunque ha dejado de lado sus intereses familiares no ha recibido la recompensa esperada. La meritocracia, claramente es radicalmente falsa.


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