viernes, 30 de junio de 2023

ORGULLO

Dir.: Manuel Mur Oti
1955
106 min.

Los créditos iniciales, su música, su tipografía estilizada, el ganado llenando las praderas… todo ello nos sorprende verlo en el cine español y nos hace temer que vamos a ver una réplica del western de aquellos años. Del más académico, tradicionalista y encumbrador de mitos interpretativos. Aunque el género resuene, destile su estilo y coja algunos de sus paisajes, la traducción es maravillosa. Nunca estamos viendo un pastiche. Las tradicionales historias de enfrentamiento de familias adquieren suficiente complejidad para que no sintamos que estamos ante la enésima constatación del cainismo español.

Aunque el odio entre ambas familias está, no hay un cierre a cualquier idea que traigan las nuevas generaciones. Si los hijos quieren quererse, los padres lo comprenden. No digo que lo toleren, digo que les parece lo más natural del mundo. De hecho ante la falta de pretendientes por esas tierras ven con buenos ojos la prosperidad económica que la unión de ambas fincas traerá.

De hecho el enfrentamiento está articulado de una forma muy curiosa. Ambas familias tenían amistad y de hecho la generación anterior a nuestra pareja protagonista (término que es muy generoso con su miembro masculino) estuvo a punto de casarse. Lo que enemista a la casa de los Mendoza y los Alzaga es una guerra entre sus sirvientes. Me fascina la relación entre los amos y los campesinos. Éstos dicen: Se nos paga por obedecer. No se cuestiona la autoridad. Pero a la vez se muestra una fuerza obrera capaz de determinar en las decisiones empresariales de los amos. Si ambos grupos están enfrentados, ambas casas se enfrentan…

El colmo de la sorpresa llega cuando Laura conduce a toda su mano de obra hasta las cumbres de las montañas. La acompañan familias de sirvientes y cientos de cabezas de ganado. La imagen es espectacular. Alejado de los formatos panorámicos del western estadounidense el formato cuadrado abre unos cielos inmensos en las tierras bajas y unas cumbres imponentes subiendo a los Picos de Europa. Las filas de ganado avanzan por la parte más baja del cuadro mientras la banda sonora desarrolla de manera orquestal la misma melodía que los campesinos, deseoso del reencuentro entre las dos casas, llevan canturreando toda la película. En definitiva toda esta secuencia es de un poder inaudito en el cine español. La heroína es una mujer, que ha estado despeinada en los momentos más cruentos de batalla, que lleva un cinturón apretado que realza su figura. Una mujer, no ya respetada, ¡reverenciada! por su pueblo. Unos contrapicados que perfilan su cuerpo frente a los enormes cielos.

La canción siempre que aparece es hermosa. Tiene unos versos deliciosamente optimistas: que ya no hay tuyo ni hay mío. Y las frases que la preludian son igualmente hermosas. Aquella conversación en la que Laura dice a uno de sus sirvientes:

—Hace unos días se la oí cantar a unos mozos. No sé si eran de esta casa o de la de al lado.

—De cualquiera de las dos, porque todos la cantamos. ¡Ganas tenemos de que haya un puente sobre el río!

Además, que tiene unos planos con una fuerza increíble. Ese momento en el que se cierra el puente con dos estacas cruzadas. Los dos enamorados se plantan justo en la frontera y les vemos a ambos rodeados por las escopetas de los mozos de cada lado… Los contrapicados gustan mucho y en general los planos tomados desde el suelo. Es muy sorprendente ver cómo se atreve un carro tirado por bueyes a pasar por encima de la cámara. Igualmente de nivel de superproducción es la riada que derriba el puente al final de la película. El coro retumba y la última imagen que tenemos de los enamorados es un plano a contraluz. Tan solo los vemos siluetados.

Los cuatro actores protagonistas están enormes. Pero es que no hay ni un solo secundario malo. Y eso que muchos de ellos tienen papeles minúsculos. Todos tienen un desparpajo ante la cámara, una fuerza en sus convicciones… Es una maravilla.


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