viernes, 23 de junio de 2023

¡BRUJA, MÁS QUE BRUJA!

Dir.: Fernando Fernán Gómez
1977
92 min.

El título escrito con tilde «¡Bruja, más qué bruja!» que leemos en los créditos iniciales ya sería motivo suficiente para reseñarlos. Pero es que son unos créditos muy ingeniosos y cómicos. El nombre del encargado de coordinación aparece encima de un grupo de gallinas alborotadas. Vestuario mientras vemos un plano de la única secuencia de desnudo. Cuando leemos que está dirigida por Fernando Fernán Gómez vemos cómo están a punto de propinarle un hachazo en la espalda muy al final de la película.

También en esta secuencia vemos un cartel en el que se nos avisa que los autores de la obra no recomiendan al público comportarse como lo hacen los personajes. Supongo que es un cierto recochineo hacia la recientemente extinta censura (que también recibirá con ese señor de bigotito franquista encargado de cuidar la moral en un balneario al que las parejas van a buscar quedarse en cinta), pero después esto se usará como gag. La primera vez, cuando Juan celebra que su tío está agonizando. Va por los caminos cantando en su carreta feliz. Es un número musical que crece, recogiendo de los márgenes del camino a campesinos que canten a coro. Tras el apoteósico final escuchamos al público aplaudir y exigir un bis. El obediente espectáculo retoma entonces la escena da capo, volviendo a mostrar el letrero exculpatorio.

Y es que en general tiene un sentido del humor muy inesperado en el cine de Fernán Gómez y en el cine de la época en general. Vemos gags como aquel en el que echan un vigorizante en el gazpacho y los rostros de todos los sentados a la mesa se van tornando rojos. Con una falta de realismo que casi recuerda a las películas de Abrahams. Se remarca mucho que todo es un pastiche. El dueto que cantan tío y sobrino por la hombría de esa casa contiene unos apartes que rompen totalmente el tono de la película.

En las pesadillas de ella provocadas por el miedo a que se sepa que el hijo es ilegítimo Justino dice que es innegable que el hijo es de Juan. El siguiente plano es un plano detalle de la cara del bebé: el propio Francisco Algora disfrazado. Muy inesperado. En esta secuencia van a la iglesia a que les descasen. Sorprendido estaba yo por tal sacrilegio contra la santa institución matrimonial cuando el cura empieza a propinar latigazos y dice que el matrimonio se acabará tan pronto como uno de los dos muera.

La manera en la que el pueblo castellano destartalado, ruinoso y polvoriento es escenario de esa música parece adelantarse a la trilogía rural de Cuerda. Es cierto que en “Amanece, que no es poco” los campesinos que vuelven de la huerta cantan música culta del Barroco y aquí una simple zarzuela. Pero es impagable el descaro con el que los personajes mueven la boca fingiendo cantar el texto sin ningún ánimo de verosimilitud. Vemos la boca ir a su ritmo y la letra que oímos por el suyo. El caso de Juan es el más sangrante porque cuando habla tiene una voz fea y sorda. Pero el propio Fernando Fernán Gómez tiene una voz tan reconocible, que cuando oímos a su cantante doblador la disociación es brutal.

Me gusta la mujer anciana, de cabello cano, vestida de luto. Cumple el arquetipo del personaje piadoso, que juzga con lamento las acciones de los personajes que caen en las debilidades del cuerpo. Es divertido cómo les advierte de que su incontinencia sexual los llevará a la desgracia. Pero tal y como se hace, ella es prácticamente la instigadora de sus aventuras amorosas. Es muy divertido cómo ella habla todo el rato de los malos vientos que se barruntan y la película mientras se toma la trama principal con enorme ligereza.

El humor negro cuando intentan matar al tío Justino me parece que funciona bastante bien. Es sobre todo loable que todo lo bien actor que es Fernando Fernán Gómez, toda su presencia en pantalla y que sea quien firma la película no impidan que su personaje sea tratado como un guiñapo. La primera vez que creemos que va a morir los conspiradores están contentísimos. Con una sonrisa, la futura viuda pide que traiga un cura y un médico. A lo que Juan responde: O mejor sólo un cura, para no perder el tiempo.

Me gusta mucho el descolocadísimo juez, José Lifante, que llega a la casa en duelo buscando el hacha homicida. Ahí todo el mundo está un poco a lo suyo y finalmente llega la bruja con el hacha. Él dice no entender nada. Y el subalterno canta: él aprobó una oposición y ahora le toca juzgar.

La película acaba con un plano de la orquesta tocando sobre un risco. Tan elegante como una orquesta es. Con director de orquesta y piano incluidos.


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