viernes, 7 de julio de 2023

MANHATTAN

Dir.: Woody Allen
1979
96 min.

Desde los primeros acordes de Gershwin y los intentos de escribir ese primer capítulo de su libro la película rezuma amor por Nueva York. Y toda la película se mantiene en este tono. Toda la película tiene mucho mimo. A la ciudad, al cine, al personaje de Woody Allen, a los temas que son sus obsesiones, a los pisos pequeños de la ciudad. La vigencia de la película es total; su blanco y negro le da una fotografía que se mantiene férrea con los años. No nos produce el rechazo de los marrones de otras películas suyas, en particular “Delitos y faltas”. La ciudad aparece preciosa, él está en estado de gracia. Su preocupantemente joven novia está maravillosa. Sus actrices están soberbias. Es la película que explota todo lo que Woody Allen sabe hacer con sus historias al máximo.

Es cierto que tiene un final mucho más dulce de lo que el atormentado protagonista está acostumbrado a sufrir. De hecho, aparece como un pastiche. La carrera que se da por las calles de Nueva York parece un salto a otro lugar al que no pertenece el resto de la película. Ese final romántico sucede en otro mundo distinto al de la película. Lo que hay que apreciar de este final es que quizás es de las pocas escenas donde se permite él quedar como un galán perdedor. Hay un esfuerzo por parte de la cámara y de su rostro por que nos apiademos de él. Una emoción nunca antes buscada en sus interpretaciones.

El romance con Tracy está de todo menos normalizado. Si de algo se habla respecto a relación, es de lo vacía que es. Woody Allen ha encontrado a alguien que admira su intelectualidad. Intelectualidad que se caricaturiza desde la voz en off del inicio cuando considera las gafas negras de pasta uno de los rasgos principales del protagonista. Esa aura de magnificencia que recibe hachazos constantemente a lo largo de la película. De hecho se apela a Nabokov. Esa relación es vacía y así se ocupa la película de hacérnoslo ver.

Todos los personajes de la película viven en un mundo superior al resto de mortales. Viven de museos, escribir artículos y libros, entrevistarse con escritores… Ese es el mundo que representa Manhattan y esa es la decadencia de la que habla Woody Allen al inicio. Más nos vale acostumbrarnos a ellos porque es todo lo que vamos a ver en el cine de este hombre. Resulta muy interesante el choque cultural entre Woody Allen y Diane Keaton. Lo que Allen considera la verdadera cultura apenas tiene un siglo de antigüedad. Todas las visiones que ella trae las considera modernidades. Así Allen adora a Bergman porque lo considera filosofía, pero claro, es la filosofía pesimista que Allen ha practicado a lo largo de su carrera.

Incluso los temas de matrimonios, infidelidades y problemas de la vida amorosa de personas de 40 años entran muy suaves en esta película. Por lo general resulta un poco lejano para alguien de 20 años cuando se pone a hablar de los distintos divorcios que ha tenido. Pero en esta película está tratado todo este asunto como un pretexto para la historia, no es aquello que acapara toda la atención.

La estética de la película es una maravilla. Desde el plano mítico del banco viendo el amanecer en Nueva York, los fuegos artificiales con la Rapsodia, los paseos en coche de caballos por Central Park, el agua marrón de las tuberías… La ciudad recibe un homenaje inmenso. Esa forma de tener que salir a una carretera de 3 carriles en cada sentido para poder moverse por la ciudad. Una salida de la carretera que hace un giro de 180 grados pasando de ver las ventanas de un quinto piso, a la bahía y después Manhattan, estar obligado a moverse en taxi… Por supuesto se omite toda la marginalidad de esa ciudad, pero aparece como un monstruo indómito.

Tenemos también la bellísima conversación de infinito erotismo en el planetario. Esas sombras artificialísimas con Saturno de fondo. Los perfiles iluminados muy ligeramente. Susurros. Es un momento precioso. Sobre todo para crear una relación que va a morir.

En cuanto al humor está rapidísimo. Los chistes llevan un ritmo constante, los momentos dramáticos no lo lastran. El principal atacado es el protagonista. No se le perdona el intento de asesinato. No se le perdona su relación con una menor. Por otro lado aún se mantiene lo suficientemente alejado de Bergman por lo que no necesita grandes discursos del sentido de la vida y no satura de diálogo. Esto es especialmente positivo cuando estás viendo la versión subtitulada.


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