viernes, 23 de agosto de 2024

LA PATAGONIA REBELDE

Dir.: Héctor Olivera
1974
107 min.

Los militares son malos, los obreros buenos. Yo me posiciono a favor de la película. Entonces durante mucho rato se vuelve muy narrativa. Ahí me pierde un poco. Su forma no destaca casi nunca. La camarilla de burgueses que utiliza su influencia para aplacar las huelgas me resulta muy plana y muy poco interesante. Me aburre a ratos. Incluso cuando el ejército del teniente coronel, interpretado con gran carisma por Héctor Alterio, desata todo su sadismo contra los huelguistas me resulta repetitiva.

Me gusta la relación que se dibuja entre los ideólogos de la huelga y la masa obrera. Al principio trabajan muy inteligentemente para conseguir el convenio agrario. Aunque es una secuencia que mueve mi espíritu izquierdista, no brilla casi nunca. Vemos más charlas que realmente movimiento de multitudes. Me hace mucha gracia el tipo de la chistera, delgadísimo, que siempre teoriza con manifiestos que a la masa obrera le suenan ajenos. A pesar de que este tipo sea el que aparece retratado como el gran teórico idealista, el Alemán tampoco se queda corto. Es tal su fe en la voluntad de la asamblea, que se queda esperando a las tropas militares a sabiendas de que serán todos fusilados.

La película nunca da lugar a la comedia, pero tras los experimentos asamblearios que hemos tenido en este país en la pasada década, resulta muy cómico que cada vez que se planta un militar a hablar con el movimiento obrero ellos respondan con solemnidad que se hará lo que dicte la asamblea. Realmente solo quedan ridiculizados cuando se creen representantes de algo importante y son recibidos con desgana por los militares que ya saben que tienen la guerra ganada.

El punto irreverente y fuerte de la película es el momento final. Toda la cámara de burgueses celebra la victoria militar agasajando con una cena al teniente coronel. Comienzan a cantar en inglés. Él permanece serio y descubriendo que los intereses nacionales por los que ha luchado convencido son una patraña: que estaba luchando por los intereses comerciales de potencias extrajeras. La película en ningún momento se muestra nacionalista. Juzga duramente al militar cuando monta en cólera al saber que los dirigentes del movimiento anarco-sindicalista son extranjeros. Lo que critica es que se haya dado una guerra por teóricos intereses nacionales (conseguir que Argentina no pierda la Patagonia) y que se revele que quien ha ganado ese territorio no es la nación: sino el capital.

La violencia se muestra en abundancia. Muere mucha gente y con bastante sangre rojísima. Gracias a que la forma en la que se desploman en el suelo es tan peliculera nunca nos repugna esta violencia, pero sí la crueldad del teniente coronel. Incluso su segundo le cuestiona si es necesaria tanta violencia. Él le responde simplemente comparando el bajo número de hombres de que dispone y la cantidad de campesinos que están afiliados a la falange anarco-sindicalista. Ello sumado a que tiene una misión que cumplir no le deja mucha alternativa.

La fotografía es bastante llamativa. Tiene muchísimos exteriores bajo un sol de justicia y los colores siempre aparecen bien definidos. Ello sin perjuicio de que a contraplano cambie sustancialmente la fotografía. En los interiores oscuros, como la cama en la que yace Zavala al inicio de la película, los colores se vuelven amarronados y más feos. Pero en otros momentos de plató, como las primeras asambleas, los colores sí se cuidan mucho.


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