viernes, 9 de agosto de 2024

LOS ESPÍAS

Dir.: Fritz Lang
1928
144 min.

Es una película de espías. Tiene imágenes muy propias del expresionismo alemán, una puesta en escena que da el protagonismo a las figuras humanas y un final descacharrante.

Muy al principio tenemos varios planos que a mí ya me enamoran. Uno de los primeros es una moto avanzando a gran velocidad. En realidad está quieta en el estudio y todo el dinamismo se construye con polvo y traqueteo. Es muy bonito ver de qué forma tan habilidosa se construye la acción propia del género de espías con unos medios humildes. Por ejemplo en un momento dado un hombre se despierta en el vagón de su tren y descubre que está detenido. Típicamente esto se haría destacando el silencio por la ausencia del ruido de las ruedas. Lo que hacen aquí es dejar de hacer que tiemble el escenario: precioso.

En la escena del tren la mujer se tortura porque sabe que el vagón de su amado va a terminar siniestrado. Se le aparece entonces el número de vagón en todas partes. Imposible no acordarse de los momentos finales de “El gabinete del doctor Caligari (1920)”.

Otro plano que me ha encantado, muy propio de la época, es el del cuartel de los villanos. Hay un plano en el que se cruzan unas escaleras, con resonancias a “Metropolis (1927)”. Se ocupa todo el cuadro. Vemos a personas desfilando por todas partes. En general esto está hecho de maravilla a lo largo de toda la película: la composición del cuadro. Cuando las figuras son lo importante, el fondo es desnudo. Cuando se quiere mostrar la reacción de un personaje, lo que ve aparece insinuado como sombras proyectadas en una pared.

Los hombres de abrigo, gorro y gafas son iconos reconocibles de esta película. Sin embargo aparecen menos de lo que habría gustado, o menos estilizados. Por ejemplo el plano famoso del hombre con los brazos en cruz, aparece brevísimamente y sin una puesta en escena que le permita brillar como sí lo hace el rostro del jefe de la organización, muchas veces envuelto en el humo de su tabaco que de tan extraña manera fuma. Se fuma mucho y de forma muy expresiva en esta película.

Creo que el final que se le diseña busca por un lado una sorpresa inimaginable. Quizás lo sea, aunque sus consecuencias también son tremendamente anodinas. Creo que otro objetivo de vestir a este falso paralítico de payaso es explotar la imagen paradójica del payaso malo, demente. Lo digo sobre todo porque su muerte es de una autoimportancia tremenda. El payaso se suicida usando la pistola que en escena le sirve para ejecutar sus gags. Se dispara en la sien. Tiene ahí un tiempo extra totalmente inverosímil que aprovecha para pedir la caída del telón. Es un delirio absurdo y bastante disruptivo con el tono del resto de la película.

Aunque hay que decir que este pastiche particularmente mal ejecutado no es único. Se añaden elementos que evidentemente aparecen como compendio más que como unidad. Me refiero al accidente de tren, muy disfrutable; y a la trama japonesa que culmina con un harakiri. Esto es muy divertido. Me ha encantado las alucinaciones que sufre el hombre japonés deshonrado por haber sucumbido a los encantos de una mujer y haber descuidado el importantísimo documento que debía custodiar. Hay un plano maravilloso en el que se superpone la bandera de Japón hondeando fervorosamente y los tres hombres que han muerto por proteger ese documento. No deja de ser divertido que, pese a tener los ojos rasgados, es imposible de creer que Lupu Pick sea japonés.


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