viernes, 2 de agosto de 2024

ARAYA

Dir.: Margot Benacerraf
1959
90 min.

El texto pretende vendernos la idea de una tierra en la que se hubiera detenido el tiempo. Como si el modo de vida que se implantó en la región de Araya con la llegada de los conquistadores españoles se mantuviera idéntico desde hace siglos. La voz narradora repite fórmulas que transmiten esa idea de lo eterno. Se apela una y otra vez al Sol, el polvo, la sal. Se repite mucho la expresión: toda vida proviene del mar. Rara vez hay verdadera poesía en estas palabras. Más bien resultan tópicos.

Las gentes que se retratan en esta película nunca tienen voz propia. Aparecen apartados de toda sociedad. Una forma de vida autárquica. Se nos repite la dureza de sus oficios y apenas se nos permite sospechar que su vida pueda contener algo distinto al trabajo. Asume su rutina, sin esbozar nunca una crítica al sistema de producción. Casi con admiración hacia sus cuerpos y que aguanten estos trabajos. En algunas escenas oímos de fondo cantos que reconocemos caribeños. Por su forma de sonar en la lejanía me recordaba a la cantinela típica del almuédano.

Sonoramente hay un momento muy peculiar. Cuando una mujer está machacando sal en un mortero empezamos a escuchar un canto que podemos reconocer como folclórico. Sin embargo el sonido no parece reproducirse con normalidad. Parece un sample de los que usaría Rodrigo Cuevas.

Las imágenes cinematográficas que tenemos asociadas al trabajo obrero suelen tener un componente mecánico. Como si todas las manos estuvieran esforzándose al unísono. Esto es así tanto en las cadenas de montaje de las fábricas como al trabajar las herramientas durante las cosechas. Aquí en los salares nos alejamos de esa uniformidad. Sólo retomaremos esta imagen, y será muy potente, cuando 4 hombres apalean la sal. Las varas vuelan encima de sus cabezas y se acompasan con una ligera danza de pies.

Al sol se le menta con frecuencia. De hecho la película narra un día entero, como ocurriera en “Misa en Compostela (1954)”, cuyo texto es igual de solemne. Es el motor de la narración. El ascenso al cenit implica que el sol golpea con cada vez más fuerza. Lo cierto es que aquí el texto se muestra limitado en sus recursos. El recurso al que finalmente se echa mano para expresar todo el calor que ahí hace es la música. Las imágenes que en este punto vemos no son todo lo expresivas que se necesitaría. Creo que sólo hay un par de planos con animales muertos que sí pueden dar cuenta de las duras condiciones que el sol impone.

Lo cierto es que el flujo de trabajo ha quedado expuesto regular. Me quedo con la idea de que hay parte del trabajo que sólo se puede hacer a la luz del día, pero cuando la película está a punto de terminar veo que empiezan a trabajar cuando aún es de noche. Veo que los pescadores trabajan de noche… Por lo que a mí respecta el trabajo de esta gente consiste en transportar sal de un lado a otro y además haciéndolo en varias fases, mojándola y secándola varias veces a lo largo del proceso. Es sorprendente que se alabe la calidad de la sal que producen y que el proceso resulte tan rudimentario.

Los hombres que aparecen sin camisa bajo el sol son de carne tersa y fuerte. Las mujeres mayores son de piel oscurísima y arrugada. Muchas de ellas mientras trabajan van fumando grandes puros. No sé si realmente lo tienen como costumbre o si, por el contrario, han elegido el mejor tabaco para el día que estarían ante las cámaras. Tanto hombres como mujeres transportan carga sobre sus cabezas.


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