viernes, 29 de noviembre de 2024

EL SÉPTIMO SELLO

Dir.: Ingmar Bergman
1957
96 min.

Es muy llamativo que las dos imágenes más famosas de la película, las que se desarrollan a la orilla del mar ocurran al principio de la película: en la primera escena. Lo cierto es que la imagen de la muerte es muy poderosa. Y eso que el truco es bien sencillo: basta con que no se le vea un solo pelo en el cuerpo para que darle un aspecto óseo. Aunque sean personajes claramente distintos, es una muerte con un aire sobrenatural al mismo nivel que el hombre misterioso de “Carretera perdida (1997)”.

Aunque el caballero que vuelve de las cruzadas sea el que tiene una prosodia más noble, el personaje que tiene un estar en el mundo con más aplomo y que se come las escenas siempre que aparece es su escudero. Este hombre tiene un semblante de enorme pesadez. Y da uno de los diálogos más potentes interpretativamente. Lo digo porque todos los diálogos tienen una cierta solemnidad por los temas tan trascendentales que se tratan todo el rato. Pero hay una escena donde la comedia se abre paso y prácticamente se construye un tono único, que no volveremos a ver en toda la película.

Es la escena en la que el herrero, un hombre bastante simple, discute con el tampoco muy inteligente, pero hábil con las palabras, comediante. De perfil, detrás del rudo herrero, el escudero va dictándole palabras que decir para que el otro no lo ridiculice. Es una escena magnífica. Cuando el mismo herrero acierta a juntas un pellizco de labras ingeniosas, las caras de sorpresa y conformidad que va poniendo el escudero son buenísimas. Cuando termina esta escena, con una pequeña gracieta en la que el comediante finge suicidarse para asegurarse de no volver a cruzarse con las iras del herrero, la muerte tala el árbol en el que se sube. Tan sesudos que son los diálogos de la película para terminar una escena con una caída que casi podría ser de Monty Python.

En general la película se ríe de las supersticiones de la época. Por ejemplo cuando queman a la bruja, ella profetiza con bastante solemnidad que el caballero podrá ver el diablo en sus ojos y él lo que encuentra es miedo, porque está a punto de morir y nada más. Esto en pantalla tiene un reflejo muy drástico cuando él habla con la prisionera, de manera casi clandestina, y ella dice que mire al diablo que está detrás de él. Él se gira rápido, deseoso de conocer. Y en esa postura se queda. Sin ver nada. Pero la película no nos da el contraplano con el bosque. Simplemente nos deja su mirada, sin ver nada. Es un momento muy potente.

La forma en la que se disponen los rostros en muchos planos es muy fuerte. Son unos planos bastante cerrados, donde están varias figuras humanas a foco. Se parece en ocasiones a los planos de Dreyer. Los rostros en diferentes términos están pendientes las unas de las otras, pero muchas veces sin mirarse.

Quizás lo más apabullante de la película sea la procesión de apestados. Vagan por las tierras haciendo gala de su castigo. La música apocalíptica en latín truena. Satura el sonido. Es estridente. Todo lo que un pintor, del pueblo llano, había dibujado en las paredes de un monasterio como algo terrorífico aquí se dos plantea como farsa. Van fustigándose, llevando cruces, casi gozando de su condena. Además la película los hace aparecer en un momento muy preciso: justo cuando el pueblo está entreteniéndose con los comediantes. Estos cuentos del apocalipsis (Yo he oído que una mujer dio a luz una cabeza de vaca) son poco más que entretenimiento para el pueblo. La grandeza de la película (aquí no descubro nada) está en que a pesar de que los acontecimientos estén totalmente desacreditados, las experiencias y reflexiones de los personajes sigan siendo interesantes y válidas. Pero también es cierto que es tanta la prosopopeya de algunas frases, que en ocasiones se me desmonta todo lo interesante que tengan que decir.

Quizás por lo muy idealizada, homenajeada y repetida, pero me ha resultado un poco decepcionante la danza de siluetas que bailan con la muerte sobre una colina. Ni siquiera parece que estén bien perfiladas. Supongo que la imagen que todos recordamos procede de elegir el mejor fotograma de ese plano.


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