viernes, 7 de febrero de 2025

HOMBRES DE ARÁN

Dir.: Robert J. Flaherty
1934
75 min.

Distinto a lo que concebimos como documental. No es cine mudo, pero renuncia a sincronizar la voz con la imagen. La mayoría de frases que se oyen son muy difíciles de entender. Las intervenciones se oyen casi de fondo. Me ha recordado a las partes habladas de “Yellow submarine”. Lo cierto es que nunca es necesario el texto para la película. Las voces no son sonido directo. Vemos cómo las personas hablan entre sí sin que oigamos nada. El sonido de la barca con la que salen a faenar estallando contra las rocas está añadido en la sala de montaje. Aunque la puesta en escena sea muy reconocible del cine mudo la música que escuchamos es mucho más comprometida con la acción de las imágenes que las tibias melodías que escuchamos con frecuencia acompañando al cine silente.

Muchas de las imágenes del mar son impresionantes. Están grabadas tan dentro de las olas que la película nos convence de que domina ese terreno. No muestra el agua de manera típica. Una de las primeras veces en las que el mar inunda el cuadro lo hace totalmente blanco. La espuma de las olas al romper cubre por completo las oscuras rocas de la costa. La familia avanza entre esos flujos de agua. De forma despreocupada pero con el debido respeto al mar.

Cuando salen los marineros a cazar el gran tiburón la mar está en calma. Es una gozada ver la tranquilidad que transmite la superficie de este agua a pesar de que evidentemente sigue siendo agua marina. Cuando la mar se revuelve no son olas a punto de volcar la barca lo que vemos. Esa es la imagen típica que tenemos de la mar revuelta. Aquí el cuadro se llena por completo de olas que vienen de todos los ángulos posibles. El montaje es rápido. La imagen en la que el mar está más soberbio es aquella en la que las olas golpean contra los acantilados. El aire hace subir el agua en suspensión. Realmente pareciera que el agua quisiera salirse del mar, ello sin que las olas sean exageradamente monstruosas. Transmite la idea de que para la gente que vive en esa tierra, el mar es ineludible.

La película no se recrea en lo lastimero de la situación, pero lo cierto es que la imposibilidad de cultivar en ese pedregal es una tragedia. Vemos a ese hombre que cuando no está en el mar está picando piedra a ver si encuentra tierra que le sirva para cultivar patatas. Esta problemática de no tener tierra fértil nos deja una de las imágenes más pintorescas de la película: la madre de familia llevando el capazo de mimbre absolutamente lleno de algas. Algas que caen y que la confieren una silueta muy folclórica. Es de señalar la importancia que esta mujer tiene en la película. Con lo acostumbrados que estamos hoy en día a que las películas que tratan escenarios mayoritariamente masculinos se permitan la desfachatez de ignorar a las mujeres por completo… Este mujer no sólo hace un trabajo vital para la familia, es que tememos por su vida tanto como por la del padre de familia.

La cámara es algo inquieta. A veces realizando movimientos algo extraños. Me hace sospechar que fuera una exhibición de la ligereza con la que está rodada la película. Cuando el cuadro es fijo consigue unos encuadres maravillosos. Me encanta cómo hace que las figuras humanas sean diminutas ante esa naturaleza hostil e indomable. Hay unos planos al inicio de la película en los que se ve el pueblo, las escasas edificaciones y la mujer es apenas una mancha pequeñísima. Se permite mostrar unos cielos inmensos. Este recurso funcionaba también estupendamente en “Orgullo (1955)”. Es sorprendente que el paisaje consiga tanta presencia en un formato cuadrado.

Hay algunos planos en los que algún rostro no entra por completo en el cuadro. Cuando la mujer mira el mar desde los acantilados no es extraño que su frente quede fuera de la imagen.

La escena en la que cazan al tiburón se me hace algo larga. Según las cartelas esta cacería dura días así que supongo que efecto conseguido. Hay que decir que es fascinante ver la cola del animal golpear la barca. No hay forma de imaginar que eso no esté sucediendo realmente ante nosotros. El animal es grandioso.


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