domingo, 7 de julio de 2019

LOS COMULGANTES

Dir.: Ingmar Bergman
1963
80 min.

La escena de arranque de la peli es de lo más maravilloso que podría esperar de Bergman. Una iglesia diminuta en un pueblo pequeño todo cubierto de nieve. Apenas 10 fieles. El cura muy serio, todas las imágenes románicas, algunas tallas deterioradas. Solo la imagen ya resulta atractiva. A esto se le suma el tono lúgubre habitual en la Iglesia. Todo el mundo serio, las señoras mayores tienen el acto religioso como una costumbre muy antigua. Algunos se saben los ritos de memoria, otros no tanto y después descubrimos que no son muy asiduos. Es algo genial.

Destaca entre el público de la iglesia una chica que mira el altar con ojos llenos de devoción. Aquí es cuando la religión saca pecho. Dios no está para ayudar a la gente. Ella es la distinta y la que tiene el aspecto más repelente de toda la sala. Dios es un asunto filosófico de enorme gravedad, críptico y abstracto. Esta es la visión que me resulta más sugerente de la religión y es lo que impera durante toda la película. Sin una intención de ser irreverente o de proponer una revelación la película plantea a un cura que tiene esta convicción. Podría venirnos a la cabeza “San Manuel Bueno, mártir” pero el conflicto del protagonista es muy distinto. En la película no solo ha perdido la fe, sino que además no tiene una voluntad de ayudar a los demás. Ni siquiera es alguien que siga siendo cura para dar apoyo a los fieles.

Este conflicto se muestra en una escena maravillosa donde un hombre va a ver al cura empujado por su esposa para obtener consuelo. Cuando termine de hablar con el cura se suicidará. En esta escena vemos al cura derrumbarse. Sabemos que esto ocurrirá desde las primeras palabras. Sin embargo cuando se revela que no tiene ni un ápice de fe, nos resulta sorprendente. Esos planos con ángulos extraños. Acercándose a los rostros por caminos casi verticales. Además hay un juego en la fotografía de ambos rostros muy curiosa. La cara del cura, clara. El hombre que viene a verle lleno de sombras, pero sombras muy grises. Nada negras, no es un hombre hundido, ni miserable, solo sombrío porque ha perdido la esperanza.

La escena de la primera misa es algo larga en el mejor de los sentidos. Nos hemos acostumbrado al ambiente de la Iglesia. Cuando aparece por primera vez un termo con café nos parece algo anacrónico en la película, como un objeto metálico y brillante venido del futuro. Sin embargo es al revés: la iglesia es lo que tiene un aspecto absolutamente arcaico comparada con el mundo contemporáneo. Ayuda a dar esta impresión la mirada del cura a los fieles mientras comulgan. Ellos arrodillados ante él y con sus ojos serios como piedra clavados en los feligreses. Es una actuación del cura magnífica.

Hay un conflicto entre el cura y una mujer que me interesa regular. Sobre todo porque se basa en suposiciones que viven en la mente de la mujer. Ella considera que tienen una relación idílica, pero nunca ha ocurrido nada que lleve a pensar eso. Ella me cae horriblemente mal. Después él me cae horriblemente mal cuando la destroza con la larga lista de cosas suyas que odia. En esencia no la odia a ella, sino a las personas. Para narrar estas expectativas de la mujer se utiliza un trauma del pasado. A Bergman le encantan los traumas del pasado. Siempre se narran en monólogos con gente penando y me dan un poco de pereza.

Culmina la película con el cura empezando la misa para una iglesia vacía. La religión es espectáculo en cierta medida. De hecho esa forma de encender las luces detrás del altar parece un tramoyista entre bambalinas en un teatro. Entonces el cura empieza la misa como recitando su texto, en un gran momento.


No hay comentarios:

Publicar un comentario