viernes, 15 de enero de 2021

EL HOMBRE DE MIMBRE

Dir.: Robin Hardy
1973
85 min.

¡Qué buena pareja de protagonistas! Son encarnaciones perfectas. El policía católico siempre de punta en blanco. Un pelo impecable. Rostro impenetrable. Por otro lado Christopher Lee, despreocupado. Con una voz seductora. Un pelo sin ningún sentido y unos modales propios de aristocracia inglesa. Un palacio ostentoso que incluye un órgano con sus tubos en su propio salón.

La película tiene una presentación muy tramposa. Tiene un planteamiento propio de un telefilme. Sin embargo antes de los títulos de créditos hemos visto un sol. Un icono pagano, con los trazos propios de una litografía, como el bosque de la introducción de “Pesadilla antes de Navidad”. Aun así una avioneta recorre unos paisajes preciosos, de rocas monumentales. Llega a un pueblo donde se le recibe con cierta desconfianza por los vecinos. De momento podemos vaticinar que será una historia donde vecinos y policía aprendan a vivir armoniosamente. Pero la película tiene muchas otras cosas que decir.

La isla es propiedad privada. Esto inmediatamente nos lleva a pensar en una sociedad feudal. Pero no lo es. El dueño es sólo sueño y líder espiritual. Su familia lleva tres generaciones inculcando rituales paganos. Ha convertido la isla en una secta. Un hombre que envidia el modo de vida de los caracoles por su simplicidad ha conseguido que la vida de todos en la isla sea sexo. Esto se nos muestra por primera vez cuando el mesonero da una comida horrenda pero aún así todo el pueblo va a ese local. ¿La razón? La hija del mesonero, de quien todos prueban y a quien todos ella busca. Cuando el policía protesta por la comida enlatada ella le dice: no todo es comida. A corte, unas imágenes del cementerio con gente retozando, bien entre ellos o bien a solas con los montículos de tierra.

La película es muy musical. Las canciones son preciosas en su mayoría. Con sonidos folk. Coros muy bien afinados, vientos de madera, violines, percusiones, arpas de boca… Por ejemplo se recrean los golpes de una cama contra la pared con un pandero a un ritmo sensual por lo lento. Cuando oímos música, entendemos que la película se pone ritual. Aparece una neblina; la imagen se aclara; los blancos se queman. Es muy reseñable la música alrededor de un árbol que versa sobre el poder de lo viril en la naturaleza. En la música que suena al principio y con la que se nos muestran los paisajes se oye un bordón perfectamente afinado con el motor de la avioneta.

La mezcla de vestidos modernos (no sólo contemporáneos) con las tradiciones paganas dan un resultado increíble. Estética de los 90 como la que enamora a la cantante Soko. Gentes con ropas contemporáneas y máscaras de animales. El desfile que lleva al protagonista a su sacrificio se hace con charangas. Muy suaves pero festivas. Es una imagen que resulta imposible de situar en la década de los 70. Nuestros ínclitos cineastas subversivos supongo que intentarán tapar esta película para que nadie sepa que ellos no han inventado nada.

En cuanto al sacrificio final, si lo hubieran grabado hoy en día; sería el centro de atención. Se habría hecho hincapié en el sufrimiento. Sin embargo la película se preocupa de que el protagonismo se lo lleve el pueblo cantando alrededor de la hoguera de sacrificios. Es un pueblo feliz. No es cruel, no buscan el sufrimiento del hombre que está en la hoguera. De hecho la persecución por la cueva tiene una música de guitarra eléctrica, no es música frenética, es festiva.

Resulta muy interesante eso sí cómo los gritos del sacrificado que dicen Dios se funden con los graznidos de patos y otros animales. Dios es la onomatopeya que emite el hombre al enfrentarse al sufrimiento.

En cuanto a la filosofía del dueño del lugar es la nada más absoluta. Se habla de conocer y temer a la naturaleza: contradicción en sí misma. No se teme lo que se conoce. En cuanto a la sublimación de lo sexual está llevado con una actitud de enfoque machista. Lo que se imparte en la escuela es que es el hombre la potencia sexual, es el hombre la fuerza generadora. Los ritos hacen que sean las mujeres las que deben estar desnudas. Todo inventado a la perfección para satisfacer los deseos del cacique.


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