viernes, 9 de febrero de 2024

ROBOT DREAMS

Dir.: Pablo Berger
2023
102 min.

Es divertida. La falta de diálogos nos aleja el temor de que los chistes se vuelvan excesivamente subrayados. Nunca se dicen remates innecesarios. El único momento en el que se señala el chiste es cuando el perro trata de hacer una llamada telefónica en una cabina pública. La gracia está en que nadie le contestará porque el cable del teléfono está roto. El problema está en que primero lo vemos nosotros y después lo ve el personaje. Pero bueno, todo sea esto.

No tendría por qué, ya que es una secuencia tópica, pero disfruto mucho la manera en la que el robot mira encantado el nuevo mundo en el que acaba de despertar. La manera en la que saluda a todo lo que se cruza. Supongo que el personaje no llega nunca a ser bobo y por eso me creo y disfruto de su ingenuidad.

El trazo del dibujo es limpísimo. La línea es firme y el color sólido. Me gusta por ejemplo que cuando el plano es de una mirada intensa, para evitar que se congele la imagen se da un ligero dinamismo a las pupilas. Pero todo esto hace que el dibujo sea calmado. Alejado de la estridencia. No hay deformidades histriónicas.

El final de la película es la aceptación de la ruptura, esta figura que a mí me gusta tanto. Un final al estilo de “Los paraguas de Cherburgo” o de “La La Land”. Es bonita la imagen del robot observándose. Sabiendo que ya no es el mismo que era cuando estaba con el perro. Cómo el tiempo ha pasado y él es un robot nuevo. Me gusta en general el tono dramático que se mantiene. Los momentos más sádicos me interesan menos. Me parece que buscan conmover  con una desgracia que desde la butaca nos llena de impotencia. Es terrible ver cómo le ocurren desgracias a un ser que no puede interactuar con su entorno, estilo “Mar adentro”. No me gusta que le amputen una pierna primero y que le terminen de desmembrar después.

Creo que una de las mayores virtudes de la película es la aceptación de los sueños como algo recurrente. En algunos momentos pareciera que los animadores tuvieran una colección de imágenes alrededor de las cuales hubieran construído una historia que las justifique. Y no hay mejor excusa que unos sueños. Así se permiten un desfile de flores, un personaje que le da la vuelta a la pantalla…

La película está plagada de referencias. Hemos tenido la mala suerte de que se tome “El mago de Oz” como cantinela recurrente. Pero se replica el juego de zoom en “Tiburón (1975)” o la sangre de “Psicosis (1960)”.


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