viernes, 23 de febrero de 2024

LA ESTRELLA AZUL

Dir.: Javier Macipe
2023
129 min.

Cuando se mantiene alejada del biopic me gusta muchísimo. Cuando cae sus ritmos y en las anécdotas biográficas… Ahí me pierde bastante. En consecuencia todo lo que tiene que ver con Argentina me encanta, lo disfruto mucho y me dejo embaucar por la ternura de la familia Carabajal y del guitarrero Peteco Carabajal en particular.

En algunos momentos se muestra la vida rural argentina con un cierto fetichismo. Terminando en la despedida de Mauricio, en la que dice que considera que se vive mejor en esa tierra lejana, sin todas sus obligaciones de su rutina zaragozana, que en España. No es sólo una visión del protagonista: la propia película disfruta de esa precariedad. Y nosotros con ella…

Mauricio me interesa sólo relativamente. Sus amoríos en España me dan muy igual. Me gusta más verle como guía, como persona a la que seguir en su viaje, que como alguien a quien le suceden cosas. Por ejemplo me gusta más ver la destrucción de su hermano que el reencuentro que ambos tienen en esa especie de limbo. Esta escena trascendente sí me gusta verla. Sobre todo por la habilidad del guión que se permite utilizar la metareferencia como herramienta para superar la muerte. Disfruto más de este juego formal que del contenido emocional de la escena. Me conmueve, sí; pero la conversación masculinísima entre hermanos me produce cierto rechazo.

Es mucho más emotivo el epílogo en el que la familia que hace 20 años convivió con el protagonista lo recuerdan con inmenso cariño. Por si este momento fuera poco, sentimos todo su cariño cuando un actor decide interrumpir el rodaje de los últimos planos para invitar a todo el equipo de la película a bailar con ellos.

Me gusta mucho la naturalidad de muchos de los diálogos. Sabemos que gran parte del cine actual tiene esta sensación como meta. Mientras que en “20.000 especies de abejas” teníamos una especie de realismo extremo, aquí tenemos algo que al cine parece que aún le da miedo mostrar: frases en las que los personajes se traban. No son muchas; pero la hija de los Carabajal tiene un par de diálogos en los que, quizás por su falta de academicismo interpretativo, manifiesta una soltura muy difícil de ver. La niña más pequeña de la familia tiene unos ojos oscurísimos. Me encanta esa mirada y este personaje en general es muy entrañable. Resulta también sorprendente la pericia del menor de los varones al tocar el bombo.

Los momentos mágicos me fascinan. Me gusta mucho la manera en la que se abstrae tocando el bombo legüero. Cómo se le acerca el demonio que le habla en alemán. Es muy fantástica la brevísima aparición que este ser tiene. Un diseño del personaje capaz de resultar memorable en tan solo un plano. Adoro, por otro lado, la despedida del hermano. Su texto me gusta, su interpretación de la borrachera no tanto, pero adoro ese plano secuencia en el que el bar se va oscureciendo mientras lo cierran y un parroquiano se levanta y dirige una inexplicable orquesta tocando a Bach.

El diálogo con el funcionario en un principio me genera cierta indiferencia. Mauricio está pidiendo un proyecto muy ambicioso. Por lo que sabemos Mauricio Aznar no tiene un gran puesto en la historia de la música. Sus pretensiones son quijotescas y lo raro habría sido que ese pobre funcionario decidiera enfrentarse a todo Zaragoza. Cuando dice que alguien hará una película dentro de 20 años me resulta muy divertido y estimulante. Pero cuando sentencia: Yo me moriré en dos escenas… La sala de cine enmudece.


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