viernes, 5 de abril de 2024

EL MODERNO SHERLOCK HOLMES

Dir.: Buster Keaton
1924
45 min.

Tiene unos primeros minutos, cuando se empieza a extender la trama, en los que me siento algo perdido. Se menciona lo del detective y lo del proyeccionista y ambas premisas se abandonan para presentar el interés romántico. Esta parte en general, aunque la disfruto, no me resulta particularmente interesante. Los conflictos se plantean mientras el protagonista apenas tiene poder de acción. Gracias a Dios no dura mucho, pero por momentos he temido tener que ver de nuevo el gag de los papeles y el pegamento de “Pamplinas y los fantasmas (1921)”.

Cuando adopta el personaje de Sherlock Jr sí me parece muy disfrutable. No solo por las peripecias asombrosas, que son un no parar desde que la acción da comienzo; sino también porque el personaje de Keaton genera mucha simpatía. Me resulta muy agradable verle que las cosas le salen bien, que es ingenioso. De alguna manera, saber que ese sujeto que vemos en pantalla es el artífice de sus películas nos hace tenerle en gran estima. Me ha gustado mucho verle aprovechar ese poder y esa astucia para su propio beneficio.

Aunque no me ha parecido particularmente divertido, sí es un ejercicio conceptual muy interesante el juego de exprimentación con el hecho sobrenatural. Me refiero a los primeros momentos en los que se permite jugar con entrar y salir de la pantalla de cine. Es bonito que el cine se base en el corte y en el trucaje. Es decir: muchos de sus gags son posibles gracias al salto de plano, por primera vez el propio salto de plano no es el medio para conseguir el gag, sino que es el mismo contenido del gag.

Como suele ocurrir, cuando más bonito es el juego entre realidad y pantalla es cuando el truco es evidente. Me refiero en concreto a cuando le echan de la escena. No se está superponiendo una película, es que la pantalla de cine es simplemente un hueco que muestra un escenario. Por eso es tan bonito cuando se entra en la diégesis y se abandona el marco negro: la cámara se acerca al escenario y bien lo vemos en la perspectiva del decorado.

De lo que sucede a continuación podría enumerar todos los gags porque son todos brillantes. Ocurre algo muy bonito: como se asume que lo que vemos es un sueño, una ficción, se permite jugar con elementos que sorprenderían como demasiado artificiales en la obra de Keaton. Me refiero a un veneno, trampas mortales, bombas… Aquí se juega con todo ello y me resulta muy divertido. Disfruto muchísimo la circense partida de billar, en la que se debe esquivar la bola 13 por ser explosiva. Es una maravilla, los malos miran el juego aterrados y él disfruta sabedor de que va a ganar la partida sin tocar nunca la bola.


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